En la cueva de los espectros infantiles. Hearn, Lafcadio

Tí­tulo: En la cueva de los espectros infantiles
Autor: Hearn, Lafcadio
Origen: Japón, finales del XIX.
Edición: José J. de Olañeta Editor, Palma, 2010
ISBN: 978-84-9716-681-2
Adquisición: Lo compré en Elkar en noviembre de 2010
Terminado de leer el 18 de enero de 2011
Mi referencia : 00064-A
Comentario: Si hasta ahora me vení­an bien los tí­tulos de esta colección, ahora me da que me voy a hacer adicto a ellos. Centellas se llama y es lo que son, como fogonazos que caben en un bolsillo y buscan su hueco junto a las ideas propias y los recuerdos ajenos. En este caso son centellas que vienen desde el sol naciente. Aunque la pluma que las escribió es un oriental adoptivo, por la lectura se aprecia que fue en todo caso un buen hijo.

El autor es un británico hijo de griega o un griego hijo de británico que, tras nacer en Grecia y pasar por Estados Unidos acaba recalando en el Japón de finales del XIX. Allí­ vivirá y morirá y de allí­ vendrán sus mejores relatos. Esos relatos que en el caso oriental uno nunca termina de saber si hablan del siglo XV o del XIX. Es el caso de los que el librito centelleante nos ofrece.

El primero es como si fuera un relato de viajes. Un relato de un viaje que apenas dura un dí­a y que a uno le da la impresión de recorrer toda una vida o incluso más, de ir de un mundo a otro en un viaje de ida y vuelta. Una historia tierna y mágica a la vez.

El segundo es uan bonita leyenda, una parábola, un cuento. Con todos los ingredientes de la sabidurí­a, y la moraleja al modo oriental. Al relativismo y paz espiritual mezcla de ascetismo y estoicismo se contrapone la naturalidad con la que se describen los más rudos caracteres y las más violentas reacciones. Y por tener hasta tiene sus toques de humor.

El tercero es casi poco más que una anécdota. Una breve leyenda de esas en las que el ambiente es esencial y la historia poco más que una excusa.

El primero el segundo y el tercero, una buena excusa para pasar un rato estirando los ojos mientras al otro lado de las ventanas del tren florecen los frutales y hablan las rocas…

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