El siglo de las lights

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 18 de enero de 2011

Están las compañí­as eléctricas que se frotan las manos. Y es que en este milenio de lo virtual, lo único real sigue siendo el recibo de la luz. Por cierto casi un diez por ciento más real que el año pasado. Y no nos engañemos, por mucho que digamos electrónico, de lo que hablamos, sea enchufe, adaptador o baterí­a recargable, es de electricidad. De luz que decí­an nuestros mayores.

Pese a ello aún quedamos quienes gustamos de leer la prensa en papel recogiendo las miguillas que caen de nuestro almuerzo y añadiendo elementos gráficos en forma de goterones. Pero ya quieren convencernos de que el futuro cercano será leer la prensa en nuestra tableta electrónica, a prueba de bocadillos untuosos, añadiré yo. Y no hay dí­a ni página en que no encontremos avances y anuncios de este futuro electrónico que se nos avecina. Un dí­a es la receta electrónica. Otro el libro electrónico. Hasta el purgatorio resultará que es electrónico como lo es el cigarro también. Las estufas de momento van a gas, pero verás como alguien las electrifica. Los bolsillos de nuestras chaquetas y los bolsos de hijas, amigas, esposas y madres acabarán siendo una gran pila de pilas en las que enchufar todo nuestro gadgetaje electrónico. Pero de entre todos los cacharros y aparatos, los vitorianos tendremos que contar con uno fundamental, imprescindible. Con un elemento que acabará siendo más vitoriano que la calle Dato, más popular que el Celedón, más emblemático que el casco medieval. Me refiero, claro está, al traductor electrónico. Lo que antes hubiésemos llamado diccionario analógico. Gracias a tan sofisticado instrumento podremos saber que green es verde. Podremos incluso aprender que auditorio se dice Business Art Internacional Center (y eso que decí­an que el inglés es más sincrético que el castellano). Guiaremos con elegancia a los turistas, hablen en francés, castellano o catalán de la Virgen White square a la Ancient Cathedral of Santa Mary pasando por la shoe shop o por la ironworks. Al muestrario de colonias y otros productos estandarte de la ciudad añadiremos nuestros fastuosos cell-e-dom, teléfono móvil con conexión a internet y gestión de dominios. Todo esto lo haremos en una renovada Gasteiz. Tan renovada que la llamaremos Victory ““ Gasteiz, y ¡que diablos! le damos un cuarto de vuelta a nuestra secular bandera y tenemos, fí­jese usted, la propia bandera de Inglaterra. Para que luego haya quien diga que en Vitoria, digo Victory, no tenemos lights, digo luces”¦

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