Costumbres de toda la vida

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 4 de enero de 2011

Dentro de pocos dí­as hará veinte años. Fue una noche esperada. Fue una batalla descontextualizada. Fue una guerra desigual como casi todas las guerras en las que al final la única realidad son los muertos aunque no nos los enseñen. Pero lo llamativo es que más que la guerra lo que ha pasado a la historia y al imaginario colectivo son las imágenes que ofreció la CNN de la noche de Bagdad. Parece que fue ayer y han pasado veinte años. Toda la vida y hasta más para muchos de los que vistieron la nochevieja vitoriana de Bagdad sin CNN, ni la normal ni la plus.

Los que ya éramos vitorianos de toda nuestra vida cuando el episodio aquel de Bagdad nos preguntamos estos dí­as cómo y cuándo fue que empezó todo esto. Lo de Bagdad no. Lo del derroche de pólvora que deslumbra nuestros ojos y atruena cristales y orejas tras las doce campanadas. Los cotillones ya los conocí­amos, y hasta los cantones del casco viejo convertidos en torrenciales urinarios donde surfear entre orines. Pero lo de los petardos y fuegos de artificio he podido constatar que nos tiene sorprendidos a muchos.

Puede que sea el signo de los tiempos. Lo del artificio me refiero. Pero cuando por fin se disipa el humo y se apaga el ruido el espectáculo es el de toda la vida. El de todas las vidas de veinte, de treinta, de cuarenta, de cincuenta o de las décadas que a cada uno le haya tocado echar por estos pagos. Cambian los taskeros, que como los reyes, cada vez vienen más de oriente. Cambian los trajes y corbatas, pero no su destino final, anudadas a la cabeza o perdidas en algún portal. Cambian los precios, pero no las ganas de gastar. Cambian hasta las resacas, pero siguen viniendo, como cada año, los propósitos de enmienda y las promesas de cambiar que gracias a dios, sabe quién, pasan antes de que las podamos empezar.

Eso sí­, este año ha cambiado algo más. Al disiparse el humo de los petardos ha resultado que se ha disipado el de los bares también. Y aquí­, donde nada hemos dicho por las pensiones; donde no hemos protestado por las subidas, las de lo que pagamos y las de lo que ganan bancos, empresas y quienes las administran; aquí­, decí­amos, parece que con lo del tabaco vivimos un caos equiparable al de la noche aquella de Bagdad. Los que estos dí­as están naciendo o cumpliendo su primeros años de vida, mirarán dentro de unos años con sorpresa estas polémicas. Para ellos lo de no fumar en los bares será algo de toda la vida, como los petardos de nochevieja o el cava del celedón.

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