La Narnia de Arganzón

Publicado en Dairio de Noticias de ílava del 14 de diciembre de 2010

A veces me invade la sensación de vivir en La Narnia de Arganzón. Puede que sea por la tendencia a sentirnos ignorados que nos invade por aquí­. La verde niebla del mal se extiende por partidos e instituciones ofuscando razones y sembrando de trampas y acertijos textos legales, logotipos, y hasta mapas del tiempo. Hasta ha debido desaparecer la mesa en la que poner las siete espadas, una por cuadrilla, que deshagan el hechizo y nos hagan de nuevo visibles a los narnianos de Trebiñu y Arganzón. Mientras tanto seguimos en nuestra isla inexistente esperando no ya una señal de luz, sino un simple autobús.

Y es que realidad y ficción se te juntan una tarde de domingo cualquiera. Uno ya no sabe si está dentro o fuera del armario, a un lado o al otro del cuadro. Pero el caso es que el autobús no aparece, y cuanto más te empeñas en resolver el enigma, más y más espectros aparecen. Al final, según Jose, el amable teleoperador cuyo apellido desconozco por razón de la ley de protección de datos de carácter personal, desaparecen hasta las ciudades de Logroño y Vitoria, y el autobús que transita entre ellas también, y claro, no puede informarme sobre un autobús que no existe. Jose debí­a hablarme desde la isla de la estrella, junto al fin del mundo. Lo digo por lo que me costó dar con él protegido como estaba de cibernéticos espectros que tratan de que no consigas franquear puertas ni traspasar anillos haciéndote sentir como un imbécil que habla con una máquina que no te entiende pero que te pide que se lo repitas una y otra vez. Vamos, que me pongo a localizar a Rueda, el del plan de movilidad, y me cuesta menos tiempo y dinero que enterarme de que no soy el único que no se entera de nada

Dicen los narnianos de Arganzón que como los fines de semana los trenes y autobuses son tan escasos hay que llamarlos. Pero los nobles magos de la foral, en su mágica web no indican nada de esto, y su moderno buscador (muy eficiente y fácil de usar por cierto) indica que a esa hora un autobús tiene que estar. Añado yo que para algo de eso se gastarán algún euro de los más de 3 millones que presupuestan al año para ayuda al transporte de viajeros.

Acabamos salvados por el abuelo y viendo Narnia con las gafas puestas. Eso sí­, según í­bamos adelantando y cruzándonos con autobuses de la compañí­a invisible me pareció ver en una parada un hombre de larga barba al que la hiedra habí­a casi cubierto. No sé si era un lord narniano o un viajero ingenuo. No me atreví­ a preguntarlo.

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