La mujer del cesar

Se dice que se decí­a ante ciertas habladurí­as que la mujer del cesar debí­a, además de ser honrada, parecerlo.Lo que voy a narrar es fruto de una observación directa de la que, lógicamente soy testigo, y en cuyo relato por razones obvias de confidencialidad y evitación de daños a terceros, eludiré detalles de localización espacio temporal.

Suponga usted que está tomando una cerveza en un bar de carretera que cuenta además con restaurante. Suponga que en el momento de entrar observa en la barra a dos agentes de tráfico que dan cuenta de un par de cañas como la suya. Suponga que mientras consume su consumición llegan al bar dos agentes más, y los cuatro piden ahora zuritos (medias cañas o cortos que dirí­an al otro lado del Ebro) Suponga que llegan dos más, ya son seis, y que estos  piden un zurito si y uno no porque tienen que pasar a cenar. Suponga que como la sabia evolución le ha dado orejas bajo las que se esconden sus oidos, le llegan a usted retazos de la conversación de los agentes, todos ellos uniformados, a partir de los cuales, de los retazos de conversación, no de los uniformes aunque también un poco, establece usted los siguientes hechos: los agentes no han terminado el servicio, sino que se disponen a iniciarlo. Los agentes, al menos algunos se dedican a la instalación de controles de alcoholemia. Los agentes van esa a noche a instalr los controles e incluso, habida cuenta del tiempo reinante (una noche de perros) lo van a hacer en ciertos sitios donde pueden refugiarse y sin esforzarse mucho, vamos, que sólo pretenden cubrir el expediente. Suponga que finalmente pasan todos al comedor y se disponen a cenar en buana armoní­a. suponga que antes de irse a su casa no puede evitar la tentación de mirar por el cristal al comedor y ver la mesa en la que cenan los agentes una botella de gaseosa y una de vino que apenas comenzada la cena ya está como la botella del optimista, el pesimista y el lógico, medio llena, medio vací­a o simplemente el doble de grande que lo necesario.

Suponga que usted se va a casa andando porque vive cerca y cena con unos amigos y suponga que al dí­a siguiente se entera de que uno de sus amigos que bebió un par de cañas y algo de vino en la cena ha dado positivo, por poco pero ha dado. Suponga que cruzada la descripción de los agentes son los mismos. Suponga que su amigo dijo aquello de “pero si solo he bebido un par de cervezas antes de la cena y vino con la cena”.  Suponga que el agente, en el colmo de la desvergí¼enza le contestó aquello de… si claro, eso es lo que dicen todos. Suponga ahora que su amigo es usted mismo y en ese momento se identifica como testigo e insta a los agentes a someterse a una prueba de alcoholemia. suponga que dan positivo, poco y debajo del lí­mite que para usted es válido pero por encima del que a ellos les está permitido, doble cero. Suponga que los agentes le dicen pero hombre, “si justo hemos bebido un par de cañas y un poco de vino”…

Pues eso, que si quieren convecernos de que la mejor forma de no rebasar el lí­mite es no intentarlo, la de dar un doble cero es no catarlo, y menos aún en publico, y menos aún de uniforme. Cada oficio es lo que tiene…

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