De cortes y bulevares

Andamos en Vitoria a vueltas con nuestra próxima capitalidad verde. Ya antes de obtenerla, o puede que por ello fuera que la obtuvimos, nos habí­amos embarcado en el plan de movilidad, conclusión lógica del plan de inmovilidad, en lo que al tráfico rodado se refiere, que arrancó allá por la era Cuerda. Pusimos en marcha una lí­nea de tranví­a que el tiempo ha demostrado útil y acertada y reorganizamos las lí­neas de autobuses con nuevo éxito según parece. Ahora queremos ampliar el tranví­a, y aún a pesar de que todo el mundo coincide en que su futuro pasa por ocupar en todo o parte el corredor que liberará el ferrocarril el dí­a que termine de morirse y lo enterremos por fin, tampoco podemos esperar tanto. Así­ que, una vez más, puestos de acuerdo en lo fundamental empezamos a discrepar en lo accesorio, y lo que es peor, mezclamos churras y merinas y retomamos ese ilustrado despotismo que hace a nuestros dirigentes empeñarse en guiar a los ciudadanos por dónde ellos quieren y no a dónde ellos van.

Me explico. El acuerdo se sustenta en la conveniencia de conectar el actual fin de la lí­nea en Angulema con la bifurcación de la rotonda de América Latina dando servicio a Zaramaga y a los barrios existentes entre la antigua Gasteiz y la nueva Salburua. En definitiva, servir a la Vitoria que se va quedando vieja sin llegar a antigua, Arana, Judimendi, Los Herrán, etc. Las discrepancias se manifiestan en que unos van por Los Herrán, otros por la antigua circunvalación y otros por entre los dos. Eso sí­, parece que todos están de acuerdo en no acercarse al Boulevard, gran centro comercial al que no se puede dar servicio para no acabar con el comercio local, como si en el Boulevard trabajasen y consumiesen extraterrestres o simplemente “novitorianos”. Yo personalmente me inclino por la solución intermedia (ni Los Herrán ni los boulevares), y personalmente también me inclino por acercarse al Boulevard. Me inclino por alguna cosa más y me voy a intentar explicar.

Los Herrán es una de las pocas ví­as rodadas y rodables que quedan en Vitoria cerca de lo que podrí­amos llamar el centro. El tráfico que soporta así­ lo demuestra. Meter por allí­ el tranví­a implica, antes aún de que la convivencia entre ambos tráficos, el encarrilado y el libre, se demuestre más o menos incompatible, el inconveniente de las obras, y aún pensando en su ubicación por el espacio peatonal central, mucho tendrá que correr la intermodal para no tener que pasar por el vestí­bulo de la provisionalmente eterna estación de autobuses. El periodo de obras puede ser singularmente caótico, y además tengo la impresión de que un paso más al este podrí­a incluso ser mejor y dar mejor servicio. 

Respecto a lo del Boulevard diré que las medias tintas no tienen excesivo sentido. El Boulevard está ahí­ y son muchos, trabajadores y clientes los que se acercan a él. No parece muy lógico abogar por la desaparición del coche y alejar el transporte público de un foco evidente de tráfico por no perjudicar a un subsector del mismo sector al que se perjudica. Cierto es que como dice el teniente de alcalde serí­a hacer una lí­nea que podrí­a llamarse Boulevard – Corte Inglés. Tan cierto como que cuando se hizo la primera, se hizo en definitiva Lakua/Abetxuko – Corte Inglés. Quizás por eso la alejaron un poco hasta Angulema. Quizás por eso no llegaron hasta el multiganaderí­as. Bueno, por eso o porque ya sabí­an que para cinco dí­as al año no hace falta un tranví­a. A mi lo que me preocupa no es tanto que beneficie al Corte Inglés o al Boulevard (que por otra parte tampoco me parecen lo mismo, uno es una empresa y el otro un centro en el que conviven grandes medianas y pequeñas empresas debidamente organizadas para su beneficio común). A mi lo que me preocupa es que, si intereses privados se benefician, o eso se supone, de inversiones públicas, no colaboren con ellas. Llevemos el tranví­a al Boulevard y dejemos que los vitorianos elijan donde comprar, y eso sí­, pidámosle alguna contrapartida, colaboración o derrama. Dejemos a los comerciantes desorganizados que se organicen y compitan y aprovechen también los puntos calientes que puede generar el tranví­a.

Ya por último, Una cosa si que pedirí­a. Tan en vano como la llevo pidiendo hasta ahora. A la hora de llegar a América Latina, piensen por favor en la ubicación de la intermodal. Vamos camino del primer error y temo que abundemos en la lí­nea y cometamos el segundo. No es lógico que para poder bajarse junto a la estación de autobuses haya que coger el de Abetxuko y no otro, porque el resto te deja a doscientos metros o más. Cualquiera que haya viajado lo justo por ahí­ sabrá lo incómodo que resulta darse un paseito cargado de bolsas y maletas. Se que puede parecer una tonterí­a en un proyecto tan grande, pero en este, como en muchos otros casos, lo que separa la bondad de la excelencia son los peqeuños detalles, más aún cuando esos detalles dan a los usuarios unos buenos minutos para acordarse de la familia de los que se quedaron en lo bueno sin aspirar a lo mejor. Y además, ya de paso y en este terreno, conviene que repasemos y asumamos de verdad el concepto “intermodal”.

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