Patateros de aire dulce

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 9 de noviembre de 2010

En este ir y venir de la tradición a la vanguardia, de la esencia a la innovación, de lo local a lo global a veces parece que más que nada vamos un poco a tontas y a locas. No hay semana en que nuestra oculta y profunda alma de alavesicos o vitorianicos no se revuelva sobre si misma y se cuestione su identidad al echar un ojo a la prensa. La última ha tocado además una de nuestras señas de identidad más universales y al tiempo más propias: la patata.

Siendo de tierra adentro con un mar artificial va a ser el aire el que sustente nuestro producto estrella y parte de nuestra personalidad. Bien traí­do ahora que, con esto de la crisis, somos legión los que buscamos la forma de vivir del aire. Pero me temo que estas lí­neas de investigación vienen bien a todos menos a los patateros de profesión. No parece mal invento para esas familias monoparentales o biparentales que habitan en viviendas de tres habitaciones: alcoba, despacho y trastero-secador que puede convertirse en aéreo patatal. Pero a los agricultores de verdad me da la impresión de que si algo les sobra es tierra.

Y mira tú que si algo ha cambiado en nuestra tierra es precisamente el perfil y habilidades del agricultor. ¡Qué lejos va quedando aquel aldeano que miraba a su monte de referencia cada mañana, que sabí­a la forma de las nubes y los nombres de los vientos, que apenas veí­a el mundo más allá de sus posesiones y ferias y mercados! Hoy dejan como pardillos a los más avezados brokers. Siguen los mercados de opciones y futuros en los foros más lejanos del planeta. Saben del tiempo en Canadá y en Siberia, y el de aquí­ lo contrastan en fuentes diversas con precisión de litro por metro. Estudian la evolución de los mercados a golpe de power point y manejan información privilegiada sobre los procesos de concentración de la industria quí­mica mundial y de las navieras de a granel. Han aprendido que los precios prefijados nunca les ofrecen ingresos seguros aunque garanticen beneficios seguros a los que se los ofrecen. Ven cómo si tienen mucho y el precio es bajo aparecen en los contratos fanegas y fanegas de letras pequeñas que hablan de las cosas más peregrinas: riquezas, densidades, proteí­nas y qué se yo qué que justifique un pago menguante. Saben que si el precio es alto en el mercado y bajo en el contrato todas esas letras desaparecen. Saben que el problema no es si las patatas crecen en la tierra o en el aire, que el problema de verdad es que hacer con ellas cuando son grandes.

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