Patatas en el aire

Hoy publican los medios el portentoso avance de Neiker a la hora de conseguir hacer crecer patatas sin tierra. Como aquel rey de lo etéreo, Jaun sin tierra, el malo de las pelí­culas de nuestra infancia, ahora los patateros no necesitamos tierra, podemos por fin vivir del aire. Como si ese fuese el problema. Cómo si no hubiese a estas alturas más de un patetero de los de profesión, no de los de apodo, que se pregunte a ver de que lleva viviendo desde hace mucho tiempo él. Ni de la tierra ni de las patatas. viven del aire. O al menos eso es lo que creen los que les compran a precio de saldo las patatas que luego nos venden a precio de angulas.

Si aquí­ el problema no es la tierra. A pesar de la plaga del ladrillo sigue habiendo tierra y de sobra. Tanta como patatas acaban enterradas o terminan pudriéndose en chamizos porque no resulta rentable ni siquiera transportarlas. Aquí­ el problema es el sistema y si se me apura lo insostenible de la globalización. Que antes el aldeano era un ser aislado y ahora resulta que sabe del mundo más que los jubiletas que pasan las mañanas mirando las cotizaciones de la bolsa, o que la media del planeta que los únicos campos que conoce más allá del barrio son San Siro, Wembley o el Manzanares.

El agricultor de hoy tiene que escudriñar el tiempo más allá de los montes y los vientos que sus abuelos le enseñaron. Tiene que saber como va el niño, no el de reyes, no, el que puede llevar la lluvia a Rusia o el calor a Canada, y en base a eso ir sabiendo si ese año el trigo habñará rusa y la patata inglés. Si la remolacha marcará ritmos de samba o si el tomate mirará a la meca o al estrecho. Hecho esto sembrará o plantará sus plantas o semillas, las abonará, las tratará, seguirá mirando al cielo cercano y al lejano. Navegará por internet buscando pistas y reservas, se alertará ante los incendios propios y ajenos y al fnial, se encontrará con lo de siempre, si la cosecha es buena el precio bajará. Si en otros sitios es mala subirá menos aquí­ que en los mercados donde los especuladores compran y venden barcos y opciones. si firmó contrato y el precio es bajo le dirán que le falta riqueza o calidad, y si el precio se ha disparado le dirán que vale, que le cogen todo al precio pactado. Le explicarán que eso lo hace el mercado por su bien, para que tenga unos ingresos seguros. Pero el sabrá, como acostumbran a saber las gentes de campo, que los que se aseguran los ingresos son otros, no él, que lo que para él son ingresos para otros son casi siempre beneficios, que pase lo que pase el único que seguirá llevando barro en las botas es él.

Y luego le dirán que se pueden hacer crecer patatas en el aire, y el dirá pues claro, y billetes de banco también.

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