Palabra de Felipe

Digo a veces que cuando uno ha llegado a lo más alto le cuesta asumir cuando termina su mandato lo que realmente significa su condición de “ex”. Un amigo decí­a que habrí­a que matarlos o dejarlos morir. Yo que no soy tan radical (al menos por escrito) pienso que posiblemente bastarí­a con coserles la boca y atrles las manos. Es curioso además porque posiblemente los actuales dirigentes de prácticamente todos los partidos estarí­an de acuerdo en esa medida, porque, en una u otra medida todos tienen zombies que enterrar de una vez y para siempre. el que no tiene su Arzalluz tiene su Pujol. El que no tiene su Fraga o su Aznar tiene su Gonzalez. El que no tiene su Anguita tiene su Garaikoetxea y así­ hasta el infinito.

Y el caso es que a veces dicen cosas que tienen cirertos visos de sensatez. Pero da igual. Abren la boca y sube el pan.

Algo de esto le ha pasado recientemente a Felipe gonzalez, el atractivo caballero de sienes plateadas y gafas de interés. El niño bonito de las jubiladas y el í­dolo de los viejos socialistas de carnét. Habló el otro dí­a sobre el narcotráfico y se lió. Algunos de los reflejos en prensa y algunas de las reacciones, incluso de sus propios compañeros de partido (esos que como se sabe pertenecen a una categorí­a diferente a la de los amigos o enemigos) demuestran que la gente contesta sin leer, lo que lleva a cómicas circunstancias.

Pero al marge de esto, el asunto en cuestión trataba sobre la posibilidad de que una decisión internacionalmente asumida legalizase el tráfico de drogas, y consiguientemente su consumo, con lo que se conseguirí­a, probablemente, eliminar gran parte de las consecuenicas criminales del narcotráfico y de paso nutrir las arcas de los estados, esas que están ahora tan necesitadas de fondos para reflotar los bancos que nos ha arruinado (esto último es de mi cosecha). Los apologetas de la nada han saltado como fieras diciendo que (esto lo oí­ en la cope el otro dí­a) lo que quiere felipe es el final de la cultura occidental y la extinción de la especie. ¡Hay que ver! ¡Qué poca confianza en el ser humano! Legalizas las drogas y zas, todos drogadictos. Madres, padres, niños y abuelos. Monjas y frayles, ministros y trasportistas, todos drogados de repente.

En fin, que bromas aparte en esto de las drogas se mezclan e interfieren multitud de ejes que a menudo no son ni tan siquiera paralelos. Hay una dimensión de hipocresí­a selectiva, que hace demonizar unas sustancias y no otras, cuando al margen de recetas e impuestos especiales y como dirí­a el otro las drogas drogas son. No es muy consistente demonizar la cocaina y andar con prozacs, ansiolí­ticos, tranquilizantes o estupefacientes varios. No es muy serio satanizar el cannabis y ponerse ciego a Gintonics, crianzas o reservas. No es muy presentable organizar hasta cursos de verano sobre el vino y seminarios policiales sobre la detección de narcóticos en las aduanas o en las calles.

Por otra parte, y al margen de las cuestiones que podrí­amos denominar morales, el polí­tico debe ocuparse de cuestinoes más prácticas y buscar lo menos malo evitando en la medida de lo posible los daños más sangrantes para el cuerpo social. Desde este punto de vista legalizar las drogas como forma de acabar con las mafias que pululan en torno a su producción y tráfico no parece un mal maridaje entre fines y medios. Las ventajas son evidentes, mayor control sanitario y fiscal y menos desmadre delincuencial. En términos de salud pública, no creo yo que una medida de esas, tomada en sentido global fuese a disparar más consumos que a fin de cuentas están disparados ya. En todo caso al poder tener cierto control sobre la calidad de las sustancias, los daños colaterales que ocasiona la negligente manipulación de las mismas serí­an eliminados con lo que de ahorro sanitario conlleva. Como decí­a antes, hay otras sustancias que son legales y eso no significa que las consuma todo el mundo.

En fin, que por terminar ya, hay quien parece que más que miedo a lo que los demás harán con su libertad lo que demuestra es su propia inseguridad ante tal escenario. Por eso les gusta tanto prohibir lo que ellos por sus medios son incapaces de controlar para si mismos…

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