La estatua de bronce. Davis, Lindsey

Tí­tulo: La estatua de bronce.
Autor: Davis, Lindsey
Origen: 1991, Inglaterra
Edición: Edhasa. 2008, Barcelona.
ISBN: 978-84-350-1789-3
Adquisición: Lo compré en la casa del libro en julio de 2010
Terminado de leer el 23 de julio de 2010
Mi referencia : 00053-A
Comentario: Ya he ido avisando que esta serie me iba a enganchar. Empecé por algún punto cercano al final, Una venús de más, seguí­ por el principio, La plata de Britania, y ahora le ha tocado el turno a La estatua de bronce, la segunda entrega de la serie.

Para entrar en materia, y sin quererme repetir, diremos que la novela narra las peripecias de Marco Didio Falco, informador que hoy llamarí­amos detective al servicio de Vespasiano. Dicho de otra forma, en el fondo se trata de una preciosa forma de ir conociendo la Roma Imperial en todos sus sentidos, mientras se disfruta con una narración en el más puro estilo de la novela negra sazonada con la fina ironí­a o humor inglés que destilan, mejor que nadie los eruditos escritores ingleses.

Lo cierto es que cuantas más novelas voy leyendo de esta colección más encomiable me parece como esfuerzo pedagógico, educativo y cultural. Que birllante demostración de que la historia, en el amplio sentido del término, en el de conocer la forma de vida de pueblos alejados de nosotros en el tiempo y a veces también en el espacio no tiene por qué ser aburrido, ni mucho menos. Leer las andanzas de Falco te hace aprender, como sin quererlo, las particularidades de la vida romana, de su sociedad, de su religión, de su organización polí­tica, de sus juegos y costumbres, y hasta de las peculiaridades de su vasto imperio. El foro romano se convierte en un escenario familiar, y hasta siente uno la tentación de meterse en la cocina y preparar alguno de los platos que circulan por sus páginas.

En esta ocasión, tras los frí­os y rudecas de Britannia, nos toca transitar por la bahí­a de Nápoles en todo su esplendor. Poco antes de la erupción del Vesubio y cuando Pompeya, Herculano, la misma isla de Capri y los pequeños pueblos costeros eran refugio veraniego de lo más selecto de la sociedad romana, y claro está, ya se sabe, cuando se junta lo más selecto acude como por embrujo lo más granado de los vividores, parásitos, sirvientes, confabuladores, conspiradores y demás lindezas, y en medio de todos ellos Falco, con su socio su sobrino y sus familias. Estas rimeras novelas tienen además el componenete añadido a la novela negra, el relato de viajes y la novela costumbrista el de una historia de amor que envuelve al lector y le hace cómplice…

En fin, que yo sigo leyendo. No he encontrado aún la tercera entrega así­ que me he lanzado a por la décima… A no mucho tardar os hablaré de los leones de la tripolitana, o al menos eso creo…

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