Nubes de memoria. De la realidad y de lo representado

Reflexiones en torno al paso por el pueblo donde vivo de la exposición itinerante “nubes de memoria”.

Ayer pasó por La Puebla de Arganzón la nube de helio que junto con otras seis nubes dispersas por la geografí­a jacobea inició su largo camino hasta Santiago de Compostela. Vino de Vitoria, donde arrancó su viaje rodeada de cámaras y arrastrada por manos ilustres, pero tan pronto abandonó las zonas visibles se refugió en un furgón y emprendió su vuelo por carretera mientras las manos ilustres subí­an al microbus y aparecián como por arte de birlibirloque en una localidad que a fecha de hoy cuenta con menos habitantes que una torre cualquiera del vitoriano barrio de Salburua.

Pese a ello no faltaron los voluntariosos voluntarios que acudieron a la cita y que, ingénuos, miraron hacia el camino que desciende de los montes de Vitoria esperando a los ilustres caminantes, y por mirarlo apenas les dio tiempo de fotografí­arse con los más reconocibles junto al autobús en el que estaban a punto de zarpar para nuevos eventos.

Ya en familia, y bajo un sol de justicia la nube llegó hasta La Puebla andando. Y quieta esperó sobre la fuente de la Plaza a que la noche le diese la vida y a que su panza se convirtiese en pantalla viva, en memoria agitada por el viento. El autor, Eugenio Ampudia, estuvo allí­ todo el dí­a. Pienso yo que satisfecho y hasta un punto emocionado. Los artistas de verdad disfrutan más con la vida de sus obras vivas que con el número o cartilla de las gentes que las miran. Es lo que diferencia al artista del vendedor. El primero puede disfrutar en silencio y hasta en relativa soledad al ver lo que ha creado mientras piensa en como mejorarlo; mientras sueña con nuevas realidades; mientras se sorprende al ver sus sueños hechos realidad independiente y viva. El segundo mira el coste, y contempla el producto, y estima la audiencia mientras comprueba si el éxito es o no es digno de fotografí­a de prensa, no de galerí­a.

Tuve ocasión de charlar un rato con el artista. Tampoco mucho. Es su primer dí­a y no conviene darle la paliza. Tuve ocasión de contribuir a su idea con algunas fotografí­as, y tuve también la oportunidad de disfrutar, como el disfruta, al ver la proyección de mis imágenes sobre su nube y verlas tomar vida propia. Hoy se irán mis fotos y las otras para juntarse a má aún y crear un mosaico de imágenes. Una sombra proyectable de un camino real representado en una nube, y en dos, y en tres y en cuatro y hasta en siete. La realidad será lo representado. Y lo presente serán esos buenos y malos momentos que cada uno vive pasando o a su paso. Habrá quien hable de estafa. Habrá quien diga que la nube solo camina cuando alguien la ve. Habrá quien insidie con lo falso del arte. Pero cuando en Santiago todo se junte, todo será real, como lo son las historias de todos esos peregrinos que en silencio surcan cada año las piedras de nuestros caminos. Las piedras no tienen memoria pero si recuerdos, como el aire guarda también auras ausentes, pero eso es ya motivo para otro escrito.

(Puedes ver unas fotos del evento en la galerí­a de fotos de La Puebla de Arganzón)

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