Los de la pancarta

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 15 de junio de 2010

Hay acusaciones que sirven para todos y para todo. Son frases boomerang que se lanzan y luego le vuelven a uno. Invectivas que uno recibe convencido de que a no mucho tardar podrá devolverlas. Y una de ellas, de las clásicas, es la de la pancarta. Cuando uno gobierna acusa a los que no gobiernan y tienen la sana pero infrecuente maní­a de protestar de hacer polí­tica de pancarta. ¡Cómo si fuese más digno sostener un portafolio que una pancarta!

El caso es que, al margen de cuestiones más profundas, se tiende a pensar o se quiere trasmitir que el que sostiene una pancarta es un inútil o un vago. Vamos, que mientras las manos se ocupan en sujetar un eslogan este se queda como está, escrito pero sin hacer. Y algo de esto debieran pensar los ediles en su conjunto cuando se acercan a su sede social. Ya sé que hay quien ha protestado, más que nada por cuestiones estéticas, pero al hilo de lo que decí­a debí­an protestar todos o callar todos, por la cosa simbólica me refiero. Y es que visto así­, es talmente el ayuntamiento en su conjunto el que básicamente sirve para sujetar pancartas. Del Baskonia, del Alavés, del anillo verde, del carnaval, del Kaldearte, de la Blanca, de la verde o de la roja que algunos quieren traer. Y eso el ciudadano lo ve, y educado como está en lo peyorativo de los portapancartas, pues es normal que vaya perdiendo el respeto y la confianza en la institución.

Otra cosa es que si Olaguibel levantase la cabeza apenas tendrí­a tiempo para echarse las manos en ella al ver su plaza repleta de colgajos y poblada dí­a sí­ y dí­a también de carpas, escenarios provisionales (¡que peligro tiene eso en Gasteiz!), sillas, canastas o lo que sea. Sólo falta un vendedor ambulante que venda bonitas postales que ayuden al visitante a suponer como serí­a la plaza que le dicen que están viendo. Y no digo yo que no se puedan poner cosas en las paredes, ¡pero caray!, seguro que se puede hacer con más gusto, que además alguno ya no sabe si tiene ventana o si más allá de su despacho luce el sol o la luna. Y si nuestros gobernantes no saben si velamos o dormimos, si nos abrasa el sol o nos ahoga la lluvia, ¿cómo les vamos a pedir que se enteren de nuestras cuitas y las resuelvan? En fin, que bien podí­an aplicarse a sí­ mismos aunque fuese la mitad de los requisitos que nos ponen para colocar siquiera una jardinera en la fachada y regular un poco estéticamente el asunto este de los colgajos. Pero claro, seguro que están muy ocupados sujetando la pancarta.

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