El rapto de las sabinas

En plena crisis mundial en la que los pobres siguen tan pobres pero son cada vez más numerosos y los ricos siguen cada vez más ricos aunque cada vez sean menos, la amplitud de los efectos colaterales es creciente en calidad y cantidad. Ya no se salvan ni los cantautores progres, que no pobres. Y no se salvan porque hasta ellos son presa de los grandes agujeros negros del capitalismo actual, la crisis financiera y la mercantilización de todo, de las materias primas, del conocimiento, de la información, del arte, de la cultura y hasta de la protesta mercantilizada.

Algo de eso le ha pasado a Sabina, cuyo concierto en Vitoria ha caido ví­ctima de “la falta de patrocinadores”. Vaya por dios. Uno pensando que los conciertos eran precisamente la fuente de ingresos directos para los autores y resulta que no. Que lo de las entradas es como el precio del periódico, algo simbólico para que nos de la impresión de que mandamos nosotros, los compradores, pero que en realidad esconde una verdad más preocupante: el periódico, como el concierto, depende mayormente de los anunciantes. Y claro, uno no va a pagar un concierto para que un retirado de la protesta y de la vida insana defienda a zapatero y acuse a yankis y troyanos. Bueno, puede ser por eso o porque simplemente tampoco es que haya tanta gente dispuesta a aguantarle en versión PPV (Pay Per View).

A mi ni me alegra ni me entristece. El personaje en cuestión no me caí­a mal hace años, aún a pesar de que nunca han terminado de gustarme estos cantautores de rock facilón y pose eterna. Estos que eran viejos cuando tú eras joven y siguen hoy, según tú vas envejeciendo siendo igual de viejos, ni más ni menos. A mi me marcó la activa participación del interfecto en la voladura de una candidatura alternativa de izquierdas que para madrid impulso un hasta entonces simpático personaje de la progresí­a madrileña, una tal Mendiluce, creo recordar. El caso es que los del club de la ceja como se les llama ahora, y Sabina de forma grosera y estentórea salieron a decirle que se fuese a su casa, que sólo hací­a daño a la izquierda. ¿a la unida? no hombre no, esa también no hace más que daño, al PSOE, que eso si que es la casa única y la esperanza de la clase trabajadora.

Y así­ estamos aquí­ y ahora. Con las pensiones congeladas, los sueldos a la baja, las prestaciones en cuarentena y la reforma laboral en camino y por cojones una vez rotas las negociaciones. Los sindicatos que jalearon a los de la ceja y medraron en sedes, horas sindicales y demás prebendas andan ahora también en busca de la credibilidad perdida, y las masas contemlan como quien ve un reality todo este show sin ser demasiado conscientes de que nos están dando para el pelo.

Eso sí­, imbuidos y embobados por los fastos impulsados por la neoliberal social democracia y deudores de sus templos monetarios y financieros, hasta los más ilustres voceros de la izquierda creible y responsable ven como se van quedando sin patrocinadores, públicos o privados, y, por ende sin conciertos ni lentejas de diseño, y todo esto por qué?

Que empiecen recordando sus errores antes de acusar los nuestros, y ya puestos, que pida que le patrocine la SGAE, que favor con favor se paga.

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