Llegamos a puerto. Esta vez si que todo se acabó. Subimos a disfrutar de nuestro último desayuno a bordo ya con todas nuestras cosas y a la hora indicada nos dirigimos al punto indicado.
Las caras no son tan alegres como hace una semana. Los camareros tampoco están de fiesta, en apenas unas horas tienen que dejar todo listo para recoger lo que hemos manchado y dejarlo todo presto y dispuesto para recibir a no menos de 2.000 nuevos marinos de agua dulce.
Por fin nos llaman a los de tarjeta amarilla y comenzamos nuestro desfile hacia el puerto. Recogemos las maletas y al autobús. Los chicos de Sanvi ya no cantan como cuando vinimos. El bus es un camión de sueños y cansancios, y es que hasta el más joven y fornido gaupasero cae cuando pasa una semana. Por no ponernos no nos ponen ni película.
Una extraña sensación de gusto y pena por lo conocido me invade cuando veo la sierra de cantabria, las conchas de haro, La Puebla de la que salí y la Vitoria a la que llego. Mi hija quiere otro crucero, y yo pienso en los ratos tranquilos pasados mirando al mar, con la luna al fondo.
De vuelta a casa todo sigue igual, parece que el tiempo no ha pasado, que nada ha pasado y que todo ha sido poco más que un sueño. Sólo una extraña sensación me recuerda los días pasados… cuando me quedo quieto siento que el mundo se mueve.
Rsa María… que más decirte que desear que lo que esperas se cumpla… nosotros este año nos vamos al otro lado de la bota… y espero contarlo, di que si… comentarios como el tuyo animan a hacerlo.
Hola “amigo” ,de verdad que he entrado en numerosos foros,comentarios,gente explicando sus experiencias, pero como tu lo has relatado no me he encontrado a nadie, tienes a un poeta en tu interior.Nosotros nos vamos en agosto,espero que nos guste como a ti y disfrutemos como tu hija.
me ha gustado mucho tu forma de relatar tu viaje, yo voy en marzo gracias