Sovereign dí­a 5. Napoles – Pompeia

Se acabaron las vacaciones. Hoy nos toca madrugar. El autobús de la excursión que contratamos desde Madrid en excursionesparacruceros.com nos esperaba entre las 8:00 y las 8:30. La excursión la contratamos desde internet y nos salí­a a menos de la mitad de precio que la excursión oficial del crucero. En el crucero te asustan un poco diciéndote que los primeros en desembarcar son los que tiene excursiones oficiales contratadas, pero nosotros desembarcamos a eso de las 8:15 sin colas ni problemas (se trata de buscar un hueco entre la salida de 2 excursiones y ya está). En el puerto no estaban esperando Valeria, nuestra guí­a, y 17 personas más, incluida la pequeña Alba que, por lo tierní­simo de su edad, no creo que se vaya a acordar mucho del viaje. Arrancamos en el pí­colo autobus y nos fuimos para pompeia. Por el camino admiramos el vesubio, la bahí­a de Nápoles con la isla de Capri al fondo, y por supuesto, la autopista en obras plagada de italianos al volante, todo ello amenizado con la charla de Valeria en un bastante correcto castellano tintado de acento napolitano.

Llegados que fuimos nos compramos los auriculares (opcional pero interesante) por un par de euros y nos dirigimos tras el pis de rigor a la entrada. 11€ los adultos y 0 los niños, eso sí­ te exigen que presentes el DNI o pasporte para asegurarse de que eres niño. Como en todos los dí­as del crucero nos tocó un tiempo expléndido lo que hizo aún más magní­fico el paseo por las calles desenterradas de Pompeia. El sistema de los pinganillos me pareció bueno. Te permite andar más o menos a tu aire sin perderte las explicaciones y recibir rápidamente el aviso de que nos vamos a otro sitio. Como decí­a la guí­a “este grupo es una maravilla, en cuanto veo al de las fotos (o sea yo) ya se que estamos todos”. A mi me vino muy bien porque Olivia y Valeria se hicieron amigas y como mi hija no calla podí­a seguir su presencia a través del micrófono de la guí­a. Buenos compañeros de visita nos tocaron, casi todos andaluces, a los que mando un abrazo desde aquí­.

La visita a Pompeia es lo que es. Un lujo por lo que ves y te sientes en una ciudad en la que se detuvo el tiempo y más que ruinas de las que estamos acostumbrados a ver aparecen ante ti calles, casas y espacios emocionalmente vivos. Una lástima por lo que no te da tiempo a ver en una mañana. Ya me gustarí­a volver con más tiempo y poder ver no sólo toda Pompeia, sino Herculano y Capri también, y el museo de Nápoles y alguna cosa más que en la zona hay. No vimos la casa del Fauno, ni alguna de las mansiones más singulares. Según me dijo otro guí­a a la vuelta tampoco me perdí­ mucho porque algunas de las cosas que querí­a ver estaban cerradas por obras. Se ve que estos no han visto la catedral de Vitoria.

Vimos eso sí­ el Odeón, el foro, alguna mansión, la zona comercial, las termas algún que otro templo y, por supuesto, el lupanar. Era gracioso ver a matrimonios jubilados o en ví­as de jubilarse entrar cogiditos de la mano en un puticlub. Cosas de la historia y el turismo.

Al final de la visita nos obsequiaron con unos productos locales y con el más localmente global de los productos locales, los vendedores de recuerdos. Una vez más, y como preparación para el dí­a siguiente nos tocó regatear, aunque poco, lo justo para comprar un librito que le gustó a Olivia y que nos servirá de recuerdo de lo que vimos y de memoria de lo que no vimos. Helado, cerveza y de vuelta al autobús. Allí­ nos esperaba Cósimo (o sea Cosme) para conducirnos de vuelta a Nápoles. Eran las 13:30 o así­, y entre el imponente castillo Maschio Angioino, la plaza del plebiscito con su toque ilustrado y la cercana galerí­a Umberto I (una galerí­a comercial cubierta) y la comida en el barco Olivia optó por lo segundo, y aunque sean niñas, de todos es sabido que… En fin, para viajeros con ganas esta visita es recomendable, se puede ir andando desde el puerto y es un agradable paseo.

Nosotros, como digo, optamos por el barco, para acceder al cual tuvimos que transitar por la terminal portuaria al más puro estilo musolliniano. Aprovechamos para comprar un sombrero y una corbata y nos fuimos a la piscina mientras hací­amos tiempo para la recepción del capitán y la cena de gala. Olivia estaba radiante con su sombrero y su vestido largo de flores, y yo, pues bueno, allí­ estaba con mi corbata. Hicimos la cola de rigor para sacarnos la foto con el capitán y, como aquello era un rollo no nos quedamos a la charla y nos fuimos al bar a tomar un “refresquito”.

A las diez y cuarto hicimos aparición en la cena con nuestras galas y a dormir, que el dí­a habí­a sido muy largo y la sesión de cervecitas cafes y chupitos con los amigos de Manzanos fue igualmente intensa.

Mañana Tunez. Por primera vez los Vegas presentes en el crucero í­bamos a poner nuestro pie en ífrica, aunque sea en Tunez…

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