Sovereign dí­a 4. Civitavecchia – Roma

Erre que erre seguimos de vacaciones. Lo he intentado pero ha sido en vano. Entre levantarnos, desayunar, coger el autobús del puerto (este creo recordar que era gratuito) dar un paseito hasta la estación de tren (bonito paseo marí­timo de unos 5 minutos) y comprar 2 BIRG (aquí­ los niños pagan o al menos a mi me cobraron) por 9€ se nos han hecho las 11 de la mañana. El billete te sirve para el viaje a roma ida y vuelta, para el metro romano y para los autobuses urbanos. Nuestro tren salí­a a las 11:08, y hay trenes cada media hora. El plan que llevábamos lo habí­a sacado de un blog muy completo sobre cruceros (nuestrasescapadas.wordpress.com), pero vista la hora que era, vistos los horarios del tren y tras consultar con Olivia sobre sus prioridades opté por hacerlo exactamente al revés. Nos fuimos hasta Roma Termini, donde llegamos a las 12:25 y allí­, tras recorrer incontables pasadizos, cogimos el metro hasta Colosseo. Impresionante la salida del metro frente al Coliseo, que dirí­amos nosotros.

El arco de Constantino, las ruinas del foro, es como meterse en una postal. Los vendedores, los romanos vestidos de romanos para fotografí­arse, los guiás de ocasión, tenderos y demás te hacen darte cuenta de que no es una postal. En el coliseo habí­a una enorme cola para comprar el ticket, así­ que decidimos verlo por fuera. Para ir dando un paseo por el interior del foro (el palatino no nos daba tiempo a verlo) fuimos a comprar el ticket a unos 200 metros detrás del arco de constantino y comenzar nuestro paseo, pero he aquí­ nuestra sorpresa, la entrada que compramos sin cola alguna nos serví­a también para el coliseo. (12€ y los niños no pagan) Así­ que volvimos sobre nuestros pasos y entramos en el coliseo sin cola alguna. Impresionante monumento, con una interesante exposición de objetos y maquetas que ayudan a mejor entenderlo. Impresionante también el paseo por el foro, sus templos y sus arcos desde el punto donde lo cogimos hasta el punto por el que salimos, al otro extremo, justo para ver la columna de Trajano y el grandilocuente monumento a Victor Manuel II. Una pena no poder haber subido al Paltino, pero otra vez será…

Llegados a este punto, la Plaza Venecia, mi hija tuvo la brillante idea de coger un autobús, y resulta que allí­ mismo, en la acera de enfrente preguntamos en una parada por un autobús para el Vaticano y nos dijeron… este mismo (bueno, nos lo dijeron en italiano) No se si era el 46 o el 64, pero preguntando se llega a Roma. Con más tiempo podrí­amos haber parado y ver la Plaza Narbona, que está en el recorrido, pero nos conformamos con ver el Castillo de Sant Angelo desde el bus y bajarnos junto a la plaza de San Pedro, tras cruzar el tiber y pasar por un tunel.

Por el Vaticano nos dimos una vuelta, tiramos unas monedas en la fuente (a falta de la de Trevi), hicimos la cola para entrar en la basí­lica (es gratis), vimos la piedad, dimos un paseo hasta el cruceero y nos fuimos ahí­ cerca a la estación de Roma San Pietro. Nuestro tren salí­a a las 15:57 y nos habí­an dicho que los últimos autobuses para el barco salí­an a eso de las cinco (los de las excursiones organizadas llegaron más tarde, cosas que tiene el precio que se paga).

De vuelta en el barco nos sentimos más seguros. No habí­a pasos de cebra ni choces conducidos por italianos… El barco estaba de fiesta tropical y nuestras compañeras de mesa vinieron engalanadas a la cena con sus girnaldas y demás. Como todos estábamos cansados nos fuimos pronto a dormir. A nosotros nos tocaba excursión organizada al dí­a siguiente y habí­a que madrugar, Pompeia nos esperaba.

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