El pecado y la penitencia

Hay que ver lo buena que es la pluralidad informativa. Puedes, a lo largo de un dí­a, pasar de diarios como Público, o como el mismo en el que dejo los martes mi columna, el Diario de Noticias de ílava, seguir por otros como Paí­s o Mundo, o sumergirte en los mundos de vocento. Puedes oir Radio Vitoria, por aquello de lo local, la ser o radio nacional. Puedes ver telecinco y asustarte, la sexta y reirte, la cuatro y ver como florecen las rosas, y hasta ver las teles nacionales de españa, la 1 y la 2, con tve o etb por delante.

A lo largo del dí­a uno va eligiendo los momentos y los géneros. Por seguir un orden cronológico yo por ejemplo me despierto, no del todo, con los campanazos de la cope y en duerme vela reuno fuerzas para pasarme a los madrugadores. Dado que hablamos de la Cope, no suelo tardar mucho en reunirlas. La curiosidad por ver hasta donde llegan suele acabarse antes. Con los madrugadores me rí­o entre sueños, y entre sueños llevo oidas muy buenas entrevistas. Pero sigamos con el dí­a a dí­a. Por la mañana echo un vistazo a mis medios de referencia en internet. Un vistazo rápido mientaras a mi espalda sigue sonando la radio. Al mediodí­a paso al papel. Dos o tres periódicos y a veces incluso uno deportivo mientras veo al Argiñano y la jaula de grillos esa de juzgado de guardia. Una buena dosis de catástrofes mientras como y en cuanto llegan los deportes me quedo con la sexta para desengrasarme un poco de tanta catástrofe.  La siesta me la anima el í­nclito Iván, y luego por la tarde sigo con la radio hasta que por fin me quedo condenado a los deportes, que no hay dí­a que no los hay y que lo quiera o no los tengo que ver. Luego llega el momento de mis series favoritas, CSI (todos menos el de Miami), House, el Mentalista y Bones, que me gusta cada dí­a más. Así­ hago tiempo hasta buenafuente y su monólogo y vuelta a la radio. Como detesto los programas en los que llama la gente, he optado por la Cope. Normalmente me duermo con el cuento de la reconquista, pero cuando no lo consigo me duermo entre voces de otros tiempos y mundos de fantasí­a. Y aquí­ querí­a llegar.

El tal Esparza y su colaboradora, acompañados de ilustres invitados y colaboradores desgranan todas las noches uno de los programas más alucinantes que uno pueda encontrarse en las ondas de un estado democrático del siglo XXI. son ultracatólicos, cosa que como todo lo que suene a ultra es menos aconsejable que ser lo que se sea sin ser ultra. Son revisionistas, en lo que se refiere a la historia lejana y reciente y a la ciencia también. Estos se han quedado antes no ya del Vaticano II, sino del de Trento. Son beligerantes, y defienden con gusto banderas como la de un padre que ha conseguido que su hija sea famosa por contestar en castellano exámenes en valenciano y ver como una gran injusticia que le suspendan por ello. Como la de un voluntario de la división azul que les da pie para hablar del comunismo de manera tal que uno no sabe si la grabación es actual o de los años cuarenta. Como la de los objetores de conciencia en lo que a la educación para la ciudadaní­a se refiere, que al tiempo que pretenden defenderse de tamaña agresión diologizante en la escuela reclaman su derecho de idieologizar a sus hijos y a los del resto con la enseñanza religiosa, que como todo el mundo sabe no puede ni por asomo tildarse de ideológica. Como el derecho a la vida de los no natos, por encima de la preocupación de lo que pueda ser de ellos cuando nazcan. En resumen todo un compendio de resabios nacional catolicistas y de la más rancia derechona española que utiliza lenguajes, modos, expresiones y sobre todo fondos conceptuales que, en la traslación oportuna, le hubiesen costado a Otegui no ya dos años, sino la perpetua.

Pero ultimamante andan revueltos porque los medios publican y a la opinión pública preocupa los casos de pederastia que afectan a la iglesia. Según ellos y tras decir bajito y corriendo que son en todo caso hechos execrables, alzan de nuevo la voz para descubrir la conspiración relativista y laicista cuyo único objetivo es hundir a la iglesia. ¡Cómo si no hubiese más pederastas que los curas, que ni siquiera son mayorí­a! en ese momento, si sigo despierto prefiero incluso oir a algún oyente en otra emisora. Porque son ciegos y tontos, porque no se trata de eso. Porque no se trata tan siquiera de la gravedad adicional que afecta a un delincuente cuando su trabajo es proteger y educar a las ví­ctimas a las que asalta, y cuando para sus asaltos se vale precisamente de las oportunidades y posición de fuerza que le da tal condición. Puede haber mil defraudadores de impuestos, pero cuando uno de ellos es un inspector de hacienda la cosa es más grave. Bueno, pues como decí­a, lo que salpica a la iglesia, por si Esparza y los suyos no lo ven no es ni tan siquiera lo anterior, que podrí­a a plicarse a entrenadores, monitores o incluso médicos. No. Lo que hace cuestionable su labor es el papel de cómplices que han jugado históricamente tapando esos casos y poniendo por delante de la justicia la evitación del escándalo. Esa práctica tan extendida que ha hecho que, durante mucho tiempo, la mayor condena fuese un nuevo destino, y a menudo con más niños por medio, y luego otro y otro más. Esa falsa moral que a hecho a muchos jerarcas anteponer una dignidad y limpieza impoluta falsamente sostenidas a golpe de silencio, al derecho a la justicia y a la evitación de nuevos daños que asiste a las ví­ctimas de stos abusos en particular y a la sociedad en general.

Y es que no se puede dar sermones para el resto y olvidarse de uno mismo, ver la paja en el ajeno y disimular la viga en el propio, aprovecharse del tamaño de su pajar para esconder las agujas sin importar que sigan pinchando. Y en ese pecado es en el que tiene su penitencia.

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