Igualdades indeseables

Hoy es 8 de marzo, y todos nos acordamos de las mujeres trabajadoras. Reclamamos en aras de la igualdad el derecho al trabajo de las mujeres. Las vestimos con palabros del tipo de empoderamiento y reivindicamos mismidad en curros y salarios. Y lo cierto es que en este flanco también flaqueamos. Yo preferirí­a reclamar menos trabajo para los hombres también, y me dejarí­a de buscar la igualdad en lo menos deseable.

Y es que al final, acabará por resultar que el género femenino no es tan brillante como hubiésemos pensado y se empeña en igualarse con lo menos bueno de nosotros en vez de usar su poder para igualrnos a nosotros en lo menos malo de ellas. Así­ es la cosa que consiguieron ser soldados, o soldadas, que lo mismo da. Igual que por fin son policí­as, camioneras o taxistas. Cosgiuieron además tener clubes donde objetar macizos, esto es pasar buenos ratos a costa de hombres objeto. La carne se reparte de forma creceinte por doquier, y llegados a fechas como esta resulta sorprendente ese afán por trabajar.

Yo que sigo con la lectura del “derecho a la pereza” de Lafargue, me quedo perplejo ante reivindicación tan improcedente. No hombre no, digo no mujer no, ya estamos bastante embrutezidos los unos con nuestros trabajos como para querer embrutecernos todos y todas. Echarnos una mano y reclamemos al uní­sono el derecho y hasta el deber de ser vagos y ociosos…

Nota: vaya desde aquí­ un fuerte abrazo a todas las mujeres en un dí­a como hoy que no deja de ser un dí­a como otro cualquiera, con sus alegrí­as y sus miserias.

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