El arte público

Estos dí­as vuelve a la carga el tema famoso del 1% que Cuerda convirtió en 2 y que nadie ha visto jamás. En su dí­a, estando Alfonso Alonso con mando en Plaza, o sea de alcalde, se intentó retomar el tema. Se invitó a los grupos entonces presentes a presentar sus iniciativas, y de facto, algunos las presentamos. Se planteó una reunión para hablar sobre el asunto y de facto se tuvo. De aquello hace años, y el tema vuelve ahora a la palestra.

La fundación El Proyecto Amárica, nuevo factotum de todo lo que suene a arte y a alavés ha terciado en el asunto y ha hablado de huir del decorativismo y ha hablado del arte público. No me he empapado en el asunto de la disgresión sobre la dimensión pública o privada del arte ni en lo que esta dimensión tiene que ver o no con el arte en el sentido en que la fundación lo plantea, luego que no entienda nadie que critico lo que no conozco. Explicaré simplemente lo que pienso, que en gran medida es parecido a lo que pensaba cunado preparé la propuesta que preparé y cuando la remodelé o reajusté tras oir a unos y otros.

Cuestionar el decorativismo tiene su punto de razón, pero también de elitismo. La propuesta que planteé en su dí­a tení­a más que nada que ver con un constructo muy sencillo.

Premisa inicial. Los que tenemos una intención transformadora de la sociedad y la tenemos en el sentido y el camino de lo que podrí­amos llamar la “construcción social”, entendemos que es deber de los poderes públicos y de quien en general esté capacitado paa ello socializar el arte en particular y la cultura en general. Eso supone asumir que en lo que a arte y cultura se refiere, la sociedad se divide básicamente en dos sectores, no necesariamente estancos ni incomunicables: creadores y espectadores. El propio hecho artí­stico, con el componente aurático que lo caracteriza, hace que, normalmente, sean más numerosos los segundos que los primeros. Por tanto, si hablamos de socializar el arte deberemos de atender con esmero al colectivo más numeroso: los espectadores. Lo que no significa que despreciemos a los creadores. Los espectadores dejarí­an de serlo si no tuvieran nada que “espectar”.

Dicho esto, parece lógico atacar el fenómemo desde varios frentes, pero primando sobre todo la educación artí­stica y cultural, la capacitación de toda la sociedad hasta hacerla un “consumidor cualificado” de producciones culturales, sean del campo que sean. Fomentar las élites y sus experimentos, por más o menos “participativos” que estos sean se ha demostrado tan inútil de cara al objetivo a lograr como el decorativismo que a menudo las élites cuestionan, o incluso más. Y digo incluso más porque ese decorativismo presente en los espacios públicos logra al menos acostumbrar al ciudadano a la cercaní­a del hecho artí­stico. La concentración de arte en espacios públicos tiene un efecto a menudo “educador”, o por lo menos hace que se vea con normalidad que la gente se dedique al arte y que hasta este mismo tengo un efecto positivo sobre sus vidas haciendo más bonita su diaria realidad. Algo es algo.

El arte público es por tanto aquel que conecta con el público. Si el público no tiene educación artí­stica, en el sentido de dominio de ciertos códigos de expresión, posiblemente sólo le quede el juicio de valor basado en su gusto. Parece mentira que, en pleno siglo XXI, se sigan expresando de forma mayoritaria los juicios de valor que se expresan sobre el arte no figurativo, y parece aún más que mentira una lástima que estos juicios coincidan con los que expresaron nuestros abuelos o bisabuelos allá por principios del siglo XX.

Conciliar el apoyo al hecho creativo con el afán educativo, y hacerlo en clave de hilar ciudad y fundirse con el urbanismo debieran ser, desde los que partimos de la premisa inicial, las claves para fijar el destino del 2% virtual. Actuar sobre la realidad que nos rodea diseñando pavimentos, creando espacios, modificando texturas y perspectivas, colocando objetos es un primer paso. Hacerlo de tal forma que el ciudadano pueda pasear e interasarse, pueda en su timidez y soledad informarse y participar del proceso creativo y comprender las claves del relato que se abre ante sus ojos y demás sentidos es un segundo paso. Hacerloademás de manera que se favorezcan itinerarios que puedan utilizar colegios de niños o de adultos, grupos de paseantes y hasta turistas es un tercer paso. Utilizar para ello espacios inertes como fachadas de lonjas desocupadas y otros espacios muertos rellenando el diseño urbano es un cuarto paso. Dinamizarlo de forma que sea un motivo de orgullo para los propios del lugar, una excusa para singularizar los espacios ciudadanos y un aliciente para las visitas de los extraños llamados a dejar de serlo es un quinto paso. Canalizar los esfuerzos de creadores propios y extraños en esta tarea de compartir no sólo el fruto de su trabajo, sino también el proceso de crearla es un sexto paso.

Media docena de pasos son suficientes para lograrlo. Son menos de los que hacen falta para irse a Gijón o a Madrid. Son más rentables que los saraos a mayor gloria de unos grupos u otros de unas ciudades u otras pero siempre en clave de los mí­os y yo, y pocas veces en clave de a medida de todos. No podemos siempre quejarnos de que si  el arte fuese democrático, el arte nunca hubiese avanzado. No podemos imponer vanguardias a quienes añoran clasicismos que en su dí­a fueron vanguardias.

Eduquemos a la gente para que pueda tener sus criterios, para que el arte sea por fin cosa de todos, para que nadie vea a los artistas como bichos raros, para que todo el mundo comprenda lo que ve y, más allá del “decorativismo”, pueda juzgar por si mismo sobre la calidad y otros valores ligados a la creación, al impulso creativo y al esfuerzo por hacerlo material. Sólo entonces nos acercaremos a lo que pretendemos: socializar el arte. Sólo entonces lograremos el respeto espontáneo hacia nuestro patrimonio. Sólo entonces podremos dejar de dedicar mimos y esfuerzos a nuestra corta nómina de creadores porque no será ni corta ni ingénua, porque el público le exigirá calidad, y porque el público le premiará más allá del me gusta o no. Cualquiera será entonces capaz de asumir el arte como algo natural, de sentir que los museos no son cofres cerrados y que el arte es en efecto un tesoro, un tesoro cotidiano. Hasta enotnces seguiremos como siempre… escribiendo manifiestos incendiarios.

6 comentarios

  • javier vegas dice:

    Para Juantxo… De sabios es rectificar… y si además te ayudan los lectores pues entonces ya es que no hay ni excusa. Corregiré el original dejando, eso sí­ constancia de mi error (no es por puro autoescarnio sino para que se entienda el comentario).
    Para Natxo: Sigo sin ver muy claro que estética y belleza sean esencialmente sinónimos, entre otras cosas porque sigo también sin tener claro que el concepto de lo bello sea monosémico uní­voco o en todo caso único. En lo que si que creo es en la capacidad del arte para actuar sobre el entorno y la materia creando mensajes aún en forma de sensaciones, de percepciones, haciendo que la forma sea algo más que un elemento irremediable sino significante y vivo… bueno, como dirí­as tu… glubbssss quede palabas! Para lo de la belleza y la fealdad buenas herramientas son los tratados de Eco sobre lo uno y lo otro, estoy luchando con ellos…

  • Juantxo dice:

    Creo que confundes la Fundación Amárica con lo que se ha dado en llamar “Proyecto Amárica” (o Amarika, sic). La primera es una Fundación consituida por el pintor Fernando Amárica, cuyo patrimonio se dedica a otorgar becas para estudios. El Proyecto Amárica, sí­ que es todo eso que comentas.

  • natxo dice:

    Saludos! Aspaldiko!
    Claro que dos pueden hablar a la vez… precisamente porque hay muchos escuchando, 😉
    Y tienes razón. Hablar de estética es mucho más que hablar de belleza, y tiene que ver bastante con hablar de sociedad. Pero “estetizar”, aunque no venga en los diccionarios, tiene que ver básicamente con la belleza y poco con la cultura… Glub….. me pierdo en las palabras…..

  • María dice:

    Sí­ que comparto que la estética es una propuesta vital, pero ligada más a la experiencia del creador@, que a una í­dónea educación. Tal vez, el estilismo y el decorativismo sufran de un prejuicio de forma, a través de todos los tiempos posibles.
    ¿Qué es arte? Muchas veces estudiar la historia del arte, entorpece la creación, aunque una persona cultivada pueda reconocer procesos creativos , eso no quiere decir, creo, que pueda reproducirlos.Se puede ser sensible, pero también hay que ser artesano, y estos transforman el entorno, desde sus modestos estudios donde el arte es social, como instrumento de comunicación. Escultores, pintores, escritores, cercanos y vecindarios.

  • javier vegas dice:

    Más que interesante!!! Me encanta el uso del comentario como herramienta de creación y aportación, más allá del debate o del me gusta o no. Yo entiendo que pueda ser una cuestión de opción el optar entre concepciones más o menos elitistas del hecho artí­stico. Pero personalmente entiendo el hecho artí­stico como uno más de las interacciones comunicativas que se producen en la sociedad. En ese contexto es en el que hablo de creador espectador como entidades separadas, como emisor y receptor, como hecho que trasmite uan sensación, un mensaje o una percepción. No son papeles estancos, y pueden incluso ser intercambiables, pero dos no pueden hablar a la vez si ninguno escucha aunque sea un momento.
    Por otra parte disociar estética y arte no acabo de entenderlo. Estética no es sinónima de bonito, es algo más. Es un concepto vital, una indagación en la forma, es de hecho forma en sí­. Bueno no sé, que luego al final en estas cosas uno se pierde en palabras… En lo que coincidimos enteramente es en que el sistema educativo es, en este como en otros aspectos, crecientemente deficiente. Pero de momento basta como comentario. Un saludo, natxo

  • natxo dice:

    Interesante, interesante… pero no creo que sea una cuestión de opciones “élite o decoración” o de “creador vs. espectador”. Sino que precisamente ahí­ está el debate. Por un lado, Socializar el arte es exactamente lo contrario de estetizar la sociedad. No creo que sean cuestiones compatibles.
    Lo mismo que seguir pensando en creador y espectador como cosas diferentes ya no concuerda con una verdadera socialización del arte.
    Y decir esto no creo que sea fruto de un pensamiento elitista sino que la clave del problema está en un sistema educativo más bien deficiente en todo lo relacionado con el arte, en general.

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