Elogio del canapé

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 9 de febrero de 2010

Está visto que aquí­ uno no sabe nunca como acertar, y si encima eres alcalde, diputado o gobernante en general, entonces ya si que lo llevas claro. Si haces los eventos sin fastos ni agasajos, sin canapés para entendernos, eres un soso, un amargadillo y además un demagogo. Todo tu ahorro queda en vergí¼enza, en el chocolate del loro.

Pero la cosa no cambia si al evento acompañas de rioja y de tortilla, y hasta de algún langostino o camarón aunque no sea de la isla. Entonces eres un manirroto que gasta nuestro dinero en fabricar estómagos agradecidos. Dilapidas el erario público. ¡Y con el paro que hay! ¡Y con la crisis! Y el caso es que los canapés no caen del cielo como en “Lluvia de albóndigas”.

Hay empresas que se dedican a ello y que además tienen trabajadores. Personas que cobran un sueldito por servir los pinchos; cocineros que los preparan; panaderos que amasan y cuecen los panes que los aguantan; bodegas que venden sus vinos; transportistas que llevan mesas y manteles; tintorerí­as que los lavan; fábricas que hacen las mesas, la vajilla y la cuberterí­a; distribuidores que venden el atrezzo; agricultores que cultivan rabanitos, hinojos y hasta patatas; pescadores que dan cuenta de la gamba, el langostino y la chirla; ganaderos que crí­an con mimo cerdos y otros bichos. Y no hemos hablado aún de los decoradores, de los músicos, de los actores y de todos los demás gremios que generan sueldos y empleos alrededor de un simple canapé.

Todo un mundo de empleo y de riqueza que además resulta congruente con la nueva seña de identidad que nos llevará a los vascos por el mundo. ¡Saboréalo! Y además, y hablando de vascos, ¿no hemos presumido siempre de cerrar negocios y tratos alrededor de una mesa? ¿No ha sido nuestro orgullo celebrar lo alegre y hasta lo triste con un plato y un vaso? ¿No es este comer tan envidiable que nos hace incluso dedicar tiempo y mimo a preparar lo que comemos el que nos ha hecho precisamente admirados y envidiados allá por donde vamos? Y más aún”¦ ¿no es mejor alegrarse con una copa de vino y llenar la boca con un canapé que amargarse con el ayuno y la abstinencia y dedicarse a decir sandeces aprovechando que se tiene la boca vací­a? ¿No es más práctico y gratificante darse un homenaje, aunque sea de albóndigas, que gastarse, pongamos 100.000 euritos, en quitar disneylandias de un sitio para ponerlas en otro? ¡La de canapés y calditos riojanos que podrí­amos disfrutar con todo eso! ¡50.000 pintxo-potes de esos de dos euros!

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