La disonancia

Nos anuncian una nueva campaña anti tabaco. Bueno, por ser más precisos… nos informan de que una ya existente se va a convertir en más truculenta. ¿Para qué? se pregunta uno. No hace mucho he oido que cierto estudio (como no iba a haber algún estudio) indica que mensajes del tipo “el tabaco mata” son poco efectivos. Lo son más otros del tipo “el tabaco estropea el cutis” o cosas por el estilo. Ahora van a poner en los paquetes de tabaco fotos que ilustren los malvados efectos de un producto que se vende legalmente. Imágenes de pulmones carbonizados, gargantas tumefactas, fetos famélicos y lindezas semejantes. Una primera impersión nos indica que la gente o no se lo cree o no le importa demasiado. Esos males están tan adentro que no se ven. No se ven tanto al menos como las miles de situaciones diarias de estres escuatro escinco y esseis que impulsan a los fumadores a tirar de cigarrito pese al frí­o al viento y a lo que sea.

Llevamos años viendo un fenómeno parecido con las campañas para evitar que nuestros tiernos infantes y hasta a nosotros mismos nos drogemos o se droguen con sustancias que no dejan pingí¼es beneficios a las arcas del estado por que no se venden legalmente. Nos han bombardeado con gusanos, delincuentes, cadáveres y otros terribles efectos que los jóvenes no ven, ni los mayores que llevan más tiempo en el oficio tampoco.

Del tráfico cabe decir algo parecido. A fuerza de pasarse la gente no se lo cree. Por mucho que les digas o nos digas que es más fácil que te toque un accidente que el gordo de navidad seguimos gastando más en loterí­a que en mirar las ruedas.

El cambio climático, la gripe A, la crisis económica y hasta con nuestra identidad pasa algo parecido. A fuerza de decirnos que se acerca el fin del mundo a marchas forzadas la gente se muestra escéptica. Hay quien hasta dice que se fueron a Copenhage a finales de año para no tener tanta consciencia del calentamiento global. La gripe A ha terminado con un rosario de devoluciones de vacunas, que al final, ha sido según el común de los mortales el mayor y más pérfido virus de todo este tiniglado. A las vacunas me refiero. La crisis económica nació de los bancos, y después de pagarles sus deudas con dinero de todos siguen ganando dinero, igual que las petroleras, que las eléctricas y que los operadores de comunicaciones varios. Así­ que hasta el más jodido de los parados piensa que todo pasará pronto, que es cuestión de tiempo y que no hace falta quejarse ni rebelarse. La santí­sima trinidad del dolar el euro y el yuang se encargarán de todo.

Ahora resulta también que todo lo que viví­amos como vascos era un sueño sin sentido, una maquiavélico invención de un iluminado. Cantos, ropas, casas, bailes, industrias, lenguas, y hasta formas de ser y de relacionarse eran tan solo un constructo mental. No somos diferentes. Sólo que una minorí­a lleva tiempo intentando oprimir y transformar nuestra verdadera identidad con sus ensoñaciones y mentiras. Y claro, la gente los mira escépticos y sólo se pregunta lo que durará todo esto, en la confianza, igual que con gripes, crisis, accidentes y cánceres de pulmón o trastornos psiquátricos, lo malo les toque a otros.

Festinger ya estudió estos procesos y estos excesos. Lo que no predijo es que haya gente que sigue creyendo que la disonancia se anula con la resonancia, esto es, que hasta lo más absurdo resultará creible y hasta cierto a fuerza de repetirlo y cuanto más exagerado mejor.

1 comentario

  • María dice:

    ¡Qué interesante llo de la resonancia! A base de repetir uno termina creyendo lo que no es, pero me pregunto si en realidad aprendemos por medio de la repetición que se convierte en experiencia y ésta en vida, pues entonces, tal vez, el verdadero proceso de resonancia es tan orgánico, y real como el sol que , testarudo, sale todos los dí­as para que nos creamos que el planeta existe, aunque tal vez haya desaparecido hace siglos-luz.

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