Saboreando

Saboreando, sa, saboreando… cantaba Peret, el mago de la rumba catalana; saborealo insta con sus palmeros Lopez, el mago de la nueva rumba vascongada. Escasos como estamos de estopas y melendis, faltos de ese toque aflamencado que la moda marca, que mejor que apelar al estómago y recordar al resto de los hispanos que por estas tierras bien guisamos. Y es que muchos lo han dicho antes, incluso el í­nclito y multinacional Carlos Herrera vení­a tiempo ha a decirlo en cierto artí­culo. De lo que más les gustaba de aquí­ era la comida, el trato y la simpatí­a. De lo que menos que a veces nos empeñásemos en que este ser diferentes no era una anécdota ni una malformación. Era tan solo una esencia, una identidad.

Ya no venderemos ese paí­s con sus tradiciones y sus costumbres, crisol de arcaismos y foco de progreso imbricado en la europa del siglo XXI. Ahora seremos cocineros, que es lo que les gusta a ellos. A los españoles y a los doscientos mil del exilio también. Seremos sobre todo… hosteleros. Y ya se sabe. El hostelero calla salvo que se le pregunte. En todo caso al hostelero no se le hacen verdaderas preguntas, son más bien preguntas retóricas porque poco importa lo que realmente piense. El hostelero no piensa ni tiene juicio más allá de sus fogones. El hostelero nunca tiene la  razón, la tiene el cliente. El hostelero no interrumpe ni opina libremente. El hostelero sonrí­e eternamente aunque le llames chaval, chico u oye tú. El hostelero dobla sumiso el espinazo cuando el cliente deja su propina. El hostelero en suma es obediente.

Pero también el hostelero vende razones, aprecios y hasta gratitudes. No las da. No las regala. Son parte de su trabajo. Son razones, aprecios y gratitudes falsas. Fabricadas con esmero y pagadas con dinero. Las ciertas las guarda para sus txokos y sus excursiones. Para sus amigos en suma, no para sus clientes.

Algo de esto le pasa a esta gran campaña de prensa que es el nuevo gobierno o inmenso gabinete de prensa. Quieren devolvernos a las barras y las cocinas y vivir con la gran mentira de nuestras sonrisas e inclinaciones mientras disfrutan de nuestros vinos y nuestras setas y las comparan con otras más familiares para ellos, las de la meseta. Los que desmontan nuestras euskaletxeas y recelan de nuestra diáspora se apoyan en sus vascos universales. Los que conservan de vascos su apellido y su amor por la mesa más que por la cocina, por las copas de vino ya servidas más que por las cepas sin podar.

Hasta presos de su inquina simbolista, y a falta de eñes han colocado una gran lineta, virgulilla, tilde o simplemente “rabito de la ñ”  bajo el término euskadi para sentirse más cómodos en el contexto de la lengua y cultura patrias. dicen que es una ola pero no. Aunque sí­. Al modo de lo que se decí­a no hace tantos años sobre la ola de erotismo que nos invade… este nuevo sí­mbolo con su eslogán y su marketing no deja de ser una expresión más de la ola de españolismo que nos invade… Al paso que vamos su creciente desparpajo hará que la siguiente campaña sea directamente al go así­ como… Euskadi… cómetelo, nosotros ya hemos empezado y ellos se la están comiendo con patatas…

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