El apagón musical

La última de la sgae son los peluqueros. Como si ellos hubiesen aprendido de los famosos versos atribuidos a Bretch pero realmente obra del pastor luterano Martin Niemí¶ller, y nosotros no los hubiésemos leido, aplican con pérfida precisión sus pasos.

Primero fueron las discotecas, pero como pagaron y no nos subieron las copas seguimos bailando. Luego fueron los bares, pero como pagaban y no subieron los vinos seguimos bebiendo. Más tarde fueron los hoteles, pero como pagaban y nosotros podí­amos ver la tele seguimos durmiendo. Luego vinieron los peluqueros, pero como pusieron en marcha los secadores para no oir la música seguimos cortándonos el pelo. Ahora vienen a por mi ipod, pero ya no queda nadie para defenderme.

A mi la cuestión me enerva por varios flancos, que, al modo de los mandamientos se resumen en dos… cobran varias veces por lo mismo y nadie sabe exactamente por qué ni para qué. Un contenido audiovisual emitido por una fuente pública paga sus derechos de autor en origen. Un disco sonando en un bar paga sus derechos en origen. Hasta un disco duro repleto de música “emulada” paga sus derechos en origen (lease en su canon). ¿Por qué entonces volver a pagar en destino? ¿Es que piensan que los derechos de autor son como el IVA, que se va arrastrando y creciendo hasta llegar al pagano general, lease el consumidor? Por otra parte, frente al cobro controlado que se deriva de taquillas, ventas directas o planillas de emisión de operadores audiovisuales, ¿cómo se reparte el cobro indiscriminado a comercios, bares y salas de espera de consultas del dentista? Yo soy autor. De hecho ahora mismo estoy ejerciendo de ello. ¿Cobro yo algo por ello? ¿Cobran los autores que no están afiliados a la SGAE?

Por otra parte… los músicos dicen con frecuencia que donde realmente ingresan dinero es en los conciertos, y para llenar los conciertos tienen que ser populares, y donde antes habí­a que gastarse grandes cifras en promoción existen ahora otros medios para hacer popular un grupo o una canción. ¿Deberí­amos entonces cobrar los que colaboramos a que estos temas sean populares prestando nuestros equipos, financiando el consumo eléctrico que producen,  pagando a teleoperadores, pagando a ciber operadores, pagando incluso los discos grabados que compramos (que alguno siempre acaba cayendo) y pagando el famoso canon por todos los soportes que precisamos?

Por una parte más. Los medios de comunicación, sonoros, escritos o televisivos reconocen que viven básicamente gracias a la publicidad. El publicista paga en base a los impactos reales, esto es, no el número de aparatos receptores conectados o periódicos vendidos, sino al de lectores, radioescuchas o televidentes que en realidad reciben el mensaje. TVE ha dado un salto y la pagamos directamente ví­a impuestos, a empresas o a particulares pero impuestos a fin de cuentas. ¿Por qué entonces bares, peluquerí­as y otros establecimientos públicos tenemos que pagar por la prensa que ofrecemos a los clientes? ¿Por qué no participamos nosotros en la cadena del valor que contribuimos a generar? ¿Por qué en lugar de cobrar encima nos dicen que paguemos? ¿Es que no vale nada que con cada uno de nuestros aparatos y con los periódicos y revistas que compramos lleguen los anuncios a tantos y tantos “objetivos”?

Por eso, antes de que gremio a gremio lleguen a nosotros como humanos, debiéramos plantearnos que esto no puede seguir así­. Debiéramos plantarnos y dejar de aguantar a quienes quieren avasallarnos. ¿Cómo? Con el apagón musical y especialmente con el publicitario. La música en muchos casos no sólo no nos da un valor añadido, y la tele está sin estar. Pues bien, apaguemos todo un dí­a y hagamos bajar las audiencias reales, y si eso parece muy contundente, limitémonos a eliminar todo rastro de publicidad de nuestros establecimientos. A ver si de una vez los autores nos rebelamos también contra estos tinglados. A ver si los gremios nos unimos contra estos chupasangres. A ver si los consumidores en general y en individual decimos basta y entre todos desmontamos este garito a mayor gloria de algunos ilustres dinosaurios muchos de los cuales ya casi ni recuerdan cuando fueron autores de otra cosa que no fuesen tropelí­as. A ver si hasta el gobierno, libre de cargas, y superando el intercambio de favores y prebendas organiza de una vez este mercado y lo nacionaliza y lo racionaliza, porque no es presentable en un estado serio y democrático la existencia de una hacienda paralela y sin el más mí­nimo control propio ni ajeno.

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