No se si el tocino tiene o no algo que ver con la velocidad. Puede que contra más corras menor sea su espesor. Puede que si tragas demasiado deprisa el tocino crezca. Puede incluso que a falta de otras grasas sirva el tocino para lubricar ejes, engranajes y bielas. Con lo de la Justicia es distinto. O igual, lo mismo da.
Los blogeros, en tanto que punta de lanza de la red en su vertiente más participativa y comunicativa, andan o andamos preocupados con los repetidos intentos del legislador por colarse en nuestros jardines y legislarlos, por tener instrumentos no de viento, sino de cuerda con que atarnos.
Algunos blogeros cuestionan y comentan que el hecho de que un juez disponga de sólo cuatro días para decidir sobre el cierre o no de un sitio web es sinónimo de previsible injusticia. Yo no tengo claro que el problema sea el plazo o la diligencia en resolver el asunto. Me da más bien que es otro, más extenso, más complejo y más difícil de parar. Es más bien el espíritu que el censor legislador destila y con el que empapa sus textos legislativos y sus reglamentos restrictivos.
Digo esto porque queda claro que, en cuestiones de libertad de expresión, vale más la rapidez que la demora. Casos hay que nos demuestran que la falta de rapidez se convierte de facto en condena. Que la diletancia en el proceso es una activa ejecución previa de una condena no escrita pero deseada. Que se lo digan si no a los responsables de Egin, de quien ya casi ni sus lectores se acuerdan. Que se lo digan a los de Egunkaria, que estos días, por fin, se sientan en el banquillo con la condena cumplida. Que les pregunten si les hubiese parecido injusta una setencia en cuatro días.
Apoyarles a ellos fue para muchos y aún lo sigue siendo un apoyo perverso y malintencionado a otros que no saben o no quieren expresarse con palabras. Pero para otros entre los que me incluyo no es cierto. Fue una batalla como la que hoy libramos por la libertad de prensa y expresión, y si en todas es importante, en estas es imprescindible la acumulación de fuerzas semejantes unidas por una causa común, nuestro derecho a ser mensajeros. Para los matices es precisamente para lo que tenemos y pedimos nuestros medios, nuestros soportes y nuestra capacidad de decir, escribir y publicar lo que pensamos.
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