Fernando Martin

He asistido estos dí­as un tanto indignado a la colección de elogios y lantos pr Fernando Martí­n. Un apena que muriese, no digo que no. Pero dado que esta semana parece que vamos de tratos desiguales, que menos que llamar la atención sobre este caso.

Mientras los reportajes muestran su tipillo con aquellos pantalones cortos que realmente lo eran; mientras vemos su silla vací­a y su camiseta lacia; mientras miramos al cielo y contemplamos como sube su espí­ritu y como las flores cubren el banquillo; mientras asistimos a la procesión de plañideras y de aduladores; mientras todo eso ocurre, alguien un dí­a como ayer llora en silencio. Es la ví­ctima olvidada. un madrileño, por más señas Ricardo Delgado Cascales, casi la casca a cuenta del héroe baloncestí­stico.

Fernando Martí­n no murió. Se mató y estuvo a punto de matar a Ricardo. Ricardo era un modesto joven que vení­a de un entierro. Por su carril, en su humilde Kadett recorrí­a la M-30 de vuelta a casa, donde le esperaba su mujer. Su hijo no sé si habí­a nacido ya o estaba camino de hacerlo. El caso es que sin comerlo ni beberlo el Lancia Thema que conducí­a el tal Fernando hizo la maniobra de entrar en la M-30 madrileña a mucha velocidad (hay quien habla de 180, hay quien habla de 200) por una entrada que tiene una curva bastante cerrada. como Martí­n era baloncestero y no piloto de fórmula uno, su coche se fue, atravesó los tres carriles de la M-30 dando vueltas de campana, saltó la mediana y cayó encima del coche de Ricardo que, milagrosamente no murió en el acto. Eso sí­, según me ha parecido leer se quedó paralí­tico.

Hoy que Tráfico nos acosa con sus rotundas campañas no he oido ni una sola palabra de recuerdo para Ricardo, una ví­ctima de un imprudente y temerario conductor. Nada he oido de la propia temeridad de Fernando. Y sin embargo, su actuación cuadra perfectamente con el tipo de actuaciones que vemos reflejadas en los anuncios y recreaciones. El testimonio de Ricardo y su familia encaja así­ mismo bien en los relatos que nos cuentan ví­ctimas pasivas de accidentes. Pero nada de eso lo veremos. si eres pobre eres un imprudente y hasta casi un asesino. si eres rico eres un héroe cuya perdida lamentamos.

Sinceramente no me paraece justo, pero lo que es peor, tampoco me parece humano.

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