Marisol

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 24 de noviembre de 2009

Madre sólo hay una (por cabeza, se entiende) y bien podrí­a dedicarle estas lí­neas. Pero no. Hoy estoy pensando más bien en la Pepa. La Flores. Y es que impelido por la ola de españolí­simo españolismo que inunda últimamente nuestra identidad como vascos, alaveses y vitorianos he pensado que, como quiera que nos empiezan a quedar muchas medallas vacantes, la tal Marisol serí­a una digna depositaria de una de ellas.

Concurren en ella variados méritos. Su nombre de pila tiene evocaciones constitucionalistas y liberales. Su apellido evoca figuras cumbres de la cultura patria, la Lola, la Lolita, la Rosariyo y hasta el llorado Antonio. Su nombre artí­stico, además de coincidir con el de mi madre, evoca esa vocación veraneante que de siempre hemos tenido los vitorianos, sea en Deba o en Benidorm. Podrí­amos incluso pedirle que nos cediese uno de sus temas, convenientemente adaptado, para darle un uso protocolario como himno oficial de nuestra bienamada ciudad.

Podrí­amos usar La tarara, o hasta incluso la de Tengo el corazón contento, como sentido homenaje a los que llegaron a nuestra ciudad en edad de recordar. Pero no. Analizada su discografí­a, y pensando en el encaje vitoriano de su letra nada mejor que Tómbola. Podrí­amos todos cantar a coro aquello de Vitoria es una tómbola, tom, tom tómbola, de piso VPO oooooo, de luz y de coloooooor. Porque sorteo a sorteo todos con techo. Porque bien es reconocido que iluminamos las noches con tanto esmero que hasta los astrónomos aficionados ven mejor los astros del cielo de dí­a que de noche. Y porque entre la nueva OTA, los matices azulados de los arquillos, la iluminación de la Virgen Blanca, el espectáculo multicolor del pórtico de santa Marí­a, las fotos de la Plaza Nueva y la colorista recuperación de fachadas en el centro medieval, Vitoria tiene un color especial, que dirí­an los del Rí­o, que ya puestos también podrí­amos incluir en los festejos.

Que mejor momento para hacer los honores de presentación que en el descanso del partido con la roja en el campo, la camiseta no la Pasionaria, y miles de rojigí¼aldas al viento de las gradas. El nombre del estadio ya lo cambiaremos, que eso de Mendizorroza suena demasiado vasco. Todo un sueño para recuperar nuestra identidad y nuestro orgullo. Una lástima, eso sí­, que conociendo un poco a la Pepa, la Flores, tenga uno la impresión de que no va a estar por la labor. Pero bueno, en manos de nuestros dirigentes siempre podremos decir aquello de que auditorios más altos han caí­do”¦

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