Etica vecindaria

Una habitual comentarista de este blog, para más señas actual residente en Madrid y más concretamente en el Barrio de Prosperidad,  me comunicaba hace tiempo que la asociación en la que anda salseando iba a organizar un ciclo sobre ética. La verdad es que la variedad de los temas que tocarán en relación con la ética, así­ como la categorí­a de los ponentes bien merece un apoyo y un elogio. Parafraseando a lo mí­ticos golpes bajos, y en tiempos como estos en los que nos dan golpes bajos por todos los sitios, encomiable empeño en tiempos como estos, malos tiempos para la ética.

Antes de seguir deciros que podeis informaros mejor del asunto en el blog que han puesto en marcha: http://asovalleinclanprosperidad.blogspot.com/ Digo esto porque me consta que más de uno de los que os acercais a este blog lo haceis desde Madrid, y si bien es dificil hacer unos cientos de kilómetros para asistir a una conferencia, bien os puede parecer interesante a quienes lo teneis más cerca. Dicho esto me voy a tomar la libertad y hasta el libertinaje de publicar aquí­ el escritillo que le he enviado a mi fiel comentarista como respuesta a la petición que me hizo de algún tipo de aportación. Se que no llegará ni a la suela de los zapatos de tan ilustre nómina de intervinientes, pero sirva al menos como llamada de atención en lo personal. Allá va:

La ética vecindaria.

Esto de la ética tiene mucho que teorizar. Pero en determinados casos, lo de teorizar no pasa de ser una forma de buscar excusas. Lo importante como individuos y miembros de un colectivo es practicar. Bien están los estudios, bien las teorí­as, pero, como ocurre con muchos de los postulados de las llamadas ciencias humaní­sticas, a menudo se trata de poco más que de verbalizar e intentar sistematizar lo que de forma natural venimos haciendo los humanos. Desde esta perspectiva, que una asociación de vecinos organice un ciclo sobre ética es algo que nunca debe considerarse como una incursión, una aventura o un sin sentido. Es precisamente en el ámbito de la convivencia donde la ética adquiere un sentido, y más aún hoy. Presos de un cierto fariseismo nos dedicamos en nuestros ámbitos vitales (nuestro barrio, nuestro pueblo, nuestra fábrica) a potricar y despotricar sobre la ética ajena, cuando mejor harí­amos en practicar la propia.

Tendemos a menudo a justificarnos y hasta a convencernos de que carecemos de obligaciones éticas. Y lo hacemos movidos por el ejemplo que vemos o creemos ver en las castas dirigentes. Craso error. Error porque lo que debiera llevarnos a reforzar nuestra capacidad de crí­tica y a incentivar nuestros motivos de participación ciudadana nos lleva con frecuencia a renunciar a todo ello y subirnos en el carro de “los listos”. Error porque esa misma postura nos inhabilita a menudo para mostrar nuestro rechazo ante conductas cuya esencia compartimos, y de las que lo único que nos aleja es la oportunidad. Error porque en definitiva es patrimonio nuestro el mantener una actitud ética ante los avatares de la vida, pero, al menos así­ lo veo yo, la relación entre ética y polí­tica es meramente coyuntural, oportunista incluso y por tanto carente de ética. Dicho de forma clara, el uso de la ética por parte de la polí­tica es todo un ejemplo de falta de ética. Es a menudo un abuso. Cosas que toleramos e incluso aplaudimos en la historia o en la práctica polí­tica son absolutamente impensables en lo que podrí­amos llamar un comportamiento ético, y sin embargo son, tal como demuestra la propia historia, necesarias.

En el ámbito de lo social, de la conjunción de individuos en un entorno social, la ética es sin embargo importante, más que importante, vital si al establecimiento de unas normas de convivencia nos referimos. í‰tica en los negocios; en la educación; en la corresponsabilidad económica; en el trato a diferentes sean de género, raza, ideologí­a o religión; en la participación polí­tica y hasta en el urbanismo y cuidado del medio ambiente. Comportamientos éticos que son a menudo el único sistema eficaz que a nivel individual tenemos para enfrentarnos a las grandes injusticias del planeta, sin que sirva aquello de “hasta que no lo hagamos todos no lo hacemos ninguno”. Todos es la suma de cada uno, y nunca se empiezan los caminos, por largos que sean sin dar un primer paso.

A partir de ahí­, y sin que necesitemos un profundo esfuerzo mental, comenzaremos a descubrir aspectos en los que podemos acomodar mejor nuestras experiencias vitales a nuestros postulados éticos (si es que los tenemos, claro está). Cuestiones como el comercio justo, como la honestidad fiscal, como la honestidad administrativa, como las prácticas de un consumo responsable, etc. etc. pueden arrojarnos algunas pistas para acercar desde el plano teórico un debate sobre la ética a nuestra identidad vecindaria.

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