Publicado en Diario de Noticias de ílava el 22 de septiembre de 2009
Es difícil sustraerse a la tentación de aprovechar estos dos mil quinientos caracteres semanales para dejar deslizar amarguras y amplificar quejas. Vamos, que el camino del columnismo lleva a menudo a ser un poco agonías, un tanto agorero, un punto amargo y hasta un gramo pesado. Y digo yo que ya está bien de tanta mala leche. Y lo dicen también los vitorianos y vitorianas de bien que han visto renacer en sus paladares el gusto aquel de la leche de casa, a retomar las natas flotantes sobre el café con leche que tanto gustaban a unos como asco nos daban a otros. Andan ellos felices con sus botellicas de aquí para allá. Una amiga mía hasta se ha comprado una bolsita especial para poder acarrear de forma ordenada su media docenita de botellas.
Además tanto buen rollo y tanta buena leche mira tu por donde que viene a sumarse a eso tan en boga estos días de la movilidad sostenible, que cuanto más tiene de sostenible menos tiene de movilidad. Porque lo que entre otras cosas nos enseña este cuento de la lechera tan local, es que tenemos leche mejor y hasta más barata porque, además de otros factores, la movemos menos. No recorre tanta distancia desde su vaca materna hasta el casero tazón. Menos combustibles fósiles calcinados, menos efecto invernadero, menos calentamiento global, más sabor, más contentos nuestros ganaderos, más útiles nuestras vacas. Vamos que, se mire como se mire”¦ ¡es la leche! Y es que como decía antes, lo sostenible es no moverse demasiado, y menos aún para traer lo que ya tenemos cerca y llevarnos lo nuestro lejos. Pero no voy a seguir por ahí, que ya empiezo a ponerme columnista, y a caer en la tendencia al Pepitogrillismo.
Nada, que hoy no toca hablar de los abusos que sufren nuestros agricultores y ganaderos de manos de una estructura de mercado que les queda grande a ellos y hasta al mercado, y eso a pesar de ser ellos sus protagonistas en las tradicionales matinales de los jueves. Ni de eso ni de las nuevas líneas de Tuvisa. Con tanto cambio y tanto recurso que avanza de curso en curso, al final resulta que se mueven más las marquesinas que los autobuses. Y puestos a hablar de nuevas líneas, si no fuese por mis sanas intenciones de alegría, fijo que me enfadaba al ver como una vez más la estación de tren se queda incomunicada y sola esperando una intermodal y un soterramiento que, en consonancia con la inmovilidad sostenible, no se acaba de mover. Pero de eso hablaré otro día”¦ cuando se me acabe el café con leche de la buena.
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ESTA LECHE ES LECHE BUENA Y MAÑANA NAVIDAD.
PINTTU
PD: MECAGíœEN LALECHE!!!