Chocante

Chocante es la vida y sus recovecos. Si mi cámara pudiese hablar dirí­a que esto es chocante. Lo mismo dirí­an mis ojos y mis zapatos, y hasta mis oidos.

Las lentes de mi objetivo dicen que es curioso y hasta chocante no haberse aún repuesto de tanta grandeur y encontrarse de pronto ante los chocantes paisajes de Roitegi. Y no les falta razón, aunque tampoco les sobre. Porque bien pensado, en uno y otro sitio son básicamente tres los secretos del asombro, la piedra, el agua y la luz. Qué más da si la piedra está tallada por el hombre o por el tiempo. Que importa si el agua brilla por su ausencia o por los puentes que la cruzan. Que más dan unos grados de latitud bajo la enormidad del cielo.

Mis ojos están de acuerdo en que en todo caso es chocante el cambio sufrido ante ellos. Pero mis ojos además de para ver sirven para leer. Mis ojos con la ayuda de las ventanas de plasma o de cristal se asoman a un mundo en el que lo menos que cabe exclamar es, una vez más aquello de… ¡chocante! Porque chocante es lo que ocurre en Afganistan, y en China, y en Italia y hasta en Amurrio con sus dí­as de lobos y pastores, o en Vitoria con sus marquesinas, obras y festivales.

Mis zapatos piensan que lo chocante es que sigamos transitando sobre tanta baldosa rota, sobre tanto pavimento fresco que espera impaciente su relevo, sobre taqnto recuerdo canino y tanto bidegorri improvisado. Dicen mis zapatos que ya casi no recordaban el camino de la parada del autobús escolar, y les choca, después de tanto paseo por la plaza, retomar el camino de la escuelA, así­ con A mayúscula de mayúscula perplejidad ante el empeño de sostener lo insostenible en tiempos estos de busqueda obsesiva de la sostenibilidad. 

Mis oidos, como buenos oidos, no dicen nada. Callan y escuchan, que para eso son oidos, que por eso lo son. Pero a veces no pueden evitar un gesto de asombro, una mueca de irritación al oir a los nuevos tertulianos, al ver desaparecer en el limbo de los recuerdos un medio discordante y plural, más abierto de lo que es y menos de lo que será. Todo suena acorde en este concierto. Demasiado armónico para ser cierto. Demasiado falso para quien crea que no vamos a darnos cuenta de que en esta orquesta sólo hay violines de una cuerda, flautas de un agujero y cornetines del mismo tono y orden parecida. Esto no es una orquesta, es un bucle de repeticiones, un eco de si mismos…

1 comentario

  • María Magain dice:

    Mucha gente piensa de la misma manera, sin reflexión, sin crí­tica pero con mucha televisión, y poca tertulia. ¿Cuántas horas pasamos delante del aparato, dos , tres horas, y sin réplica. Te levantas por la mañana, vas al trabajo, vuelves a casa, la tele, los hijos, la cena y a la cama. No da tiempo a mucho. No se puede perder el tren de la vida, de las letras y del temor a que te despidan. Cojo la cámara de fotos e inmortalizo este pequeño reducto de infinitos matices que es mi hogar.
    A primera vista como todas las casas pero, ¡ay! cuando llevas las fotos al ordenador descubres entre desolada y divertida que el sofá de un color granate, tiene miles de tonalidades, fruto de infinitas manchas, el parqué visto por encima bastante majo, en las fotos se ve deslavado, sin brillo, los libros orgullo de la corona, se almacenan como periódicos viejos listos para tirar. Miro las fotos, y la realidad, no sé qué pensar, mi vivienda está usada, y se pueden apreciar diferentes matices, nada es su color sino muchos. Sino serí­a una oficina, ¡qué horror! Nuestra mente, poco a poco se está convirtiendo en un diseño de sala de espera, en la que procuramos no pensar demasiado por si no nos contratan.Pensar adaptativamente con corrección para evitar ser
    desdeñados, o peor ninguneados.
    Miró mi sofá y me relajo. Ser limpio es demasiado platónico.
    Prefiero a Pierre Charron y la mezcolanza, el ser y no ser, según el grado.Con una gran mancha de pluralidad en plena frente.
    Temo por mis hijos porque ven la tele, y tienen su mirada vuelta hacia las retinas de sus propios ojos que ven las imágenes de la televisión, y nunca se percatan de lo chocante que puede parecer un sofá desteñido en millones de microcolores granates. Y además ni les importa.

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