La estadí­stica y el jazz

4º concierto de abono. 33 festival de jazz de vitoria Gasteiz.

SMV. (Stanley Clarke, Marcus Miller y Victor Wooten al bajo)

Stefano di Battista, Fabrizio Bosso, Baptiste Trotignon y Eric Harland

Un dí­a como ayer me acordé yo del famoso ejemplo ese de la estadí­stica entendida como una de las bellas artes de trasformar la realidad a base de juegos y paradojas. Me acordaba yo de lo del pollo. De lo del pueblo con dos habitantes, uno de los cuales se come por entero y sin invitar un pollo, y en el que estadí­sticamente cada habitante come medio pollo. Algo de esto debió pensar el programador del festival cuando remató el cartel del jueves. Se debio decir… ¿como puede haber un cuarteto de jazz sin bajo? Esto hay que arreglarlo. Pues ya está, en la otra parte pongo un quinteto con tres bajos y asunto arreglado. Ayer vimos dos grupos con 1,5 bajistas cada uno, o dicho de otra forma, la media de bajistas por grupo del concierto de ayer era de un 33,3 %.

Bromas aparte, lo de ayer no fue un concierto, fueron dos, y puestos a pensarlo bien, con escasa relación entre ellos. Así­ que empezaremos por uno de ellos que, llamado a ser el segundo fue sin embargo el primero. En esto también la organización empieza a acostumbrarnos a asumir como normales y hasta habituales estos cambios (Siguiendo con lo de las estadí­sticas, en lo que llevamos de festival el 50% de los conciertos han sufrido cambios en el orden).

Los tres bajistas para mi gusto estuvieron bien, me gustaron. Así­ como el otro dí­a disfrute con el lado sensible del jazz y hoy espero algo similar, SMV es energí­a pura. Se que hay gente que no les acaba de ver en un festival de jazz, pero es que a mi también me gusta el funkie, y el bajo es uno de mis intsrumentos favoritos. Un trozo de madera con cuerdas que resume, recoge y es capaz de fusionar el ritmo y la melodí­a. Victor Wooten demostró cómo se puede sacar melodí­a de tan pocas cuerdas. Marcus demostró que nadie como él puede picar el bajo, y además que eso no le deja los dedos tan desfigurados como para acariciar tan longo instrumento de viento como el que nos mostró. Finalmente el amigo Clark hizo una auténtica exhibición con el contrabajo de madera. Una exhibición que le hací­a a uno preguntarse quién habrí­a inventado el bajo electrico y para qué. El de madera es capaz de sonar en registros propios de un eléctrico hasta casi más eléctrico que un eléctrico. Todo depende de manos.

La segunda parte, que como ya hemos explicado debió ser la primera, es de las que te pilla con el pie cambiado. No digo que sea mala, no. Digo que es tan distinto a lo anterior que uno tarda un rato en amoldarse a la nueva propuesta y poderla disfrutar. Y es que por mucho que la estadí­stica nos diga que uno de cada tres músicos que tocó anoche era contrabajista, pasar de tres a cero en lo que dura un bocata de jamón tirando a pequeño no es tampoco fácil de asimilar. De cualquier forma, una vez asimilado ofrecieron momentos para disfrutar. Yo no soy muy amigo de los conciertos participativos, pero hasta en eso fueron simpáticos y originales los representantes éstos de la ONU del Jazz (2 italianos, un francés y un norteamericano). Buen viento, buen ritmo, y un Hammond que hací­a olvidar que los bajos eran cosa de otro tiempo, de otro concierto que a pesar de haber sido apenas hora y media antes pareció, al final de la noche de otro dí­a, de otro polideportivo…

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