El orden de los factores

Concierto 2º de abono. Edición 33. Festival de Jazz de Vitoria – Gasteiz.

Brad Mehldau, Charlie Haden, Jorge Rossy. (Lee Konitz no pudo comparecer por problemas de salud)

Jimmy Cobb, Kind of blue (Jimmy Cobb, Baterí­a; Wallace Roney, trompeta; Javon Jackson, saxo tenor; Vincent Herring, saxo alto; Larry Willis, piano; Buster Williams, Contrabajo)

El percance médico, y posiblemente también su edad, que impidieron a Konitz comparecer en Mendizorroza provocaron una serie de cambios que demostraron que a veces el orden de los factores si afecta al producto. También sirvió la noche para comprobar que el jazz no tiene por qué ser necesariamente negro. Si ellos son los magos del ritmo y con él impregnan cualquier melodí­a hasta convertirla en ritmo, los blancos pueden, y así­ lo demuestran a veces, impregnar el rtimo de melodí­a y convertirlo en algo sensible. PEro volviendo a la cuestión del orden, empecemos por el principio que era lo previsto al final.

El cuarteto de Brad Mehldau se convirtió en trí­o por la baja de Konitz, y lo cierto es que se notó. Habí­a de hecho ocasiones en las que daba ganas de aplicar el famoso aviso del médico y adaptarlo a nuestro polideportivo. El incombustible Iñaki tení­a que haber preguntado aquello de… ¿Algún saxofonista en la sala? Pero tampoco es crucial. Un halo de sensibilidad comenzaba rápidamente a inundar las sillas, y los pasillos, y el aire y las macetas. La inundaba desde el piano, pero también desde el contrabajo, sutilmente melódico en sus solos. Pero lo que fue aún más  tierno fue verle a Rossy acariciar las piezas de su baterí­a en uno de los solos más suaves, tiernos  y sensibles  que recuerdo. Hay quien dice que el gran error de este trí­o fue no dejar hacer fotos ni grabaciones. Vammos, que algunos periodistas le llamarán soso, aburrido, maniático y todo eso. Para mi fue un prodigio de emoción y sensibilidad. Demasiada alma flotando como para dejar que te la quiten de un flashazo.

Luego vino el final que estaba previsto al principio. Empezó como si fuese el principio de un concierto y no ya su segunda mitad. Demasiado mecánico, demasiado rí­igido. Gracias a Dios fue avanzando, y la trompeta especialmente se fue milesizando hasta conseguir algo un poco más sentido, más vivo.

En fin, posiblemente ayer vimos lo más jazzero de estos dí­as. Hoy descanso. Pat Metheny no supone una novedad y de sobra es conocido que soy de los que opina que este festival está flamenquizado en exceso. Así­ que aprovecharemos para ver como avanzan las obras estas que me tienen en el exilio interior de mi hogar

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