No voy a hablar de la catedral de Santa María, no. Que descanse el que tenga algo que temer. Voy a hablar de mi tejado y de la causa por la que es posible que estos días pueda andar un poco perdido a la hora de actualizar este blogecito mío que va, como todos los veranos camino de su tercer año.
Como decía, animado por las goteras y empujado por la inminencia de otro invierno, los obreros han invadido mi casa y como bien se dice en los libros de sentencias y se comprueba a pie de obra… siempre hay que destruir antes de construir. Y mira que si destruyen. No dejan títere con cabeza, ni muro con teja. De paso te dejan sin tele, a veces sin luz, puede que sin agua, lo del teléfono ya veremos, y uno, en su apresurada operación de salvamento, va lo mete todo en cajas, lo apila en todos y cada uno de los rinconnes libres de casa, y a llorar en silencio. ¿Dónde habré metido las gafas? ¿el modem lo puse en la caja roja o lo guarde con la bolsa de los cables? Vaya es igual, si se acaba de ir la luz…
En fin. Por lo menos son buena gente y currelas de los que según se lee y se comenta ya no quedan. Les esperas a las 8:00 y te aparece uno a las 7:30. Así me voy cambiando te dice. Hasta te pide disculpas por haberte despertado. Como si l epareciese lo más normal seguir durmiendo mientras unos metros más arriba vuelan tejas, tablas y algún ladrillo, mientras unos metros enfrente un camión grua descarga lo anterior con suavidad sobre su remolque, como quien no quisiese despertar a nadie…
En fin,un día de estos acabarán, y la casa quedará bonita, la cuenta vacía y llegará el momento de comprobar que seguimos teniendo demasiadas cosas…
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