Nubes en Treviño

Esto del cambio del mapa del tiempo me ha sugerido una gentileza que a bien podí­an adoptar los chicos y chicas de euskalmet. Se trata simple y llanamente de hablar con los grafistas para diseñar sí­mbolos de meteoros (el huevo frito, el sol radiante y la nube blanca u oscuramente amenazante) que por su tamaño sean capaces de tapar la vergí¼enza de estos y de los de antes, la vergí¼enza nuestra, la suya y la de todos. El Enclave de Treviño.

Con un nubarrón de suficiente tamaño podrí­amos hablar del tiempo en ílava central y y lejos de maximalismos vasquistas (?) ni geografismos constitucionalistas, así­ sin más tapamos treviños con vapor condensado y se acabó. ¡Qué más da que aquí­ haga sol! ¡A quén le importa que no seamos nosotros! Eso sí­. No se yo donde están esos ciudadanos molestos con reconocer el espacio donde vivien. No lo sé. Ni he notado en las calles del paí­s una sonrisa generalizada fruto de este significativo avance en el reconocimiento fronteril del constitucionalismo autonomista. Es más, en diversas conversaciones he observado cierta apatí­a, sorna y en más de una ocasión disgusto y frustración cuando del mapa de marras se habla.

Nosotros aquí­, en este rinconcito ignorado del centro alavés nos conformamos con que siempre esté nublado, con que, ya que no se nos ve, no nos veamos al menos separados rotos e ignorados en ese marasmo de provincias propias y ajenas en la que nos están convirtiendo a fuerza de mapas.

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