Apagón digital, y mental

A unos meses escasos del apagón digital, que personalmente no termino de ver muy claro como logro de la humanidad, se ha producido una noticia referida igualmente a los medios que bien podrí­amos calificar como apagón mental.

Del apagón digital ya hablaré otro dí­a, hoy sólo diré que echaremos de menos esa imagen borrosa pero imagen cuando nuestros fastuosos televisores digitales se queden, literalmente congelados. Ya se sabe, lo digital es binario, se ve o no se ve.

Pero a lo que iba. Anuncia a bombo y platillo  el gobierno socialista (sic) de españa que va a reducir o incluso eliminar la publicidad de la televisión pública. Bien hombre bien, una cosa progresista y en el mejor momento. Se podrí­an hacer mil risas al respecto (el propio Buenfafuente empezó ayer mismo)
, pero hay algunos análisis más serios que debieran hacerse.

Frente al papel testimonial de las televisiones públicas en el mercado norteamericano, el modelo europeo estaba al contrario plagado de televisiones públicas en régimen de monopolio más o menos abierto y con diferentes modelos de financiaciónn (ví­a canón en la venta de receptores, ví­a impuestos o ví­a asignación presupuestaria). Cuando se abrió la mano a las privadas en el estado, allá por los años 80, se tomó la sabia decisión de mantener como servicio público la red de repetidores para evitar la proliferación de los mismos y garantizar el acceso a todo el territorio más allá de la rentabiliad (esto me suena a otras antenas más recientes) y crear el organismo autónomo RTVE como provedor de contenidos en sana competencia con los nuevos operadores.

Ahora, con la que está cayendo, un gobierno de izquierdas quiere eliminar la publicidad del ente. Esto supone de facto tomar una decisión bastante clara, o se reduce el ente o nos gastamos la intemerata en impuestos, lo llamen como lo llamen. Y todo ¿para qué? ¿para quién? para que las privadas tengan mas cuota de mercado y aseguren su viabilidad, esto es, sus beneficios empresariales.

Por otra parte, hasta esto último es falaz. A fecha de hoy lo que separa los canales abiertos de los de pago es precisamente  la presencia o no de publicidad. Una televisión pública con una programación de calidad y sin anuncios invitarí­a a dejar de pagar un abono para tener lo mismo. Por otra parte, ¿quién iba a ver una tele llena de publicidad si tienes una que no la tiene? Esto harí­a bajar los precios que los operadores piden a sus anunciantes.  En resumen, haciendo eso únicamente se lograrí­a el efecto contrario al que se persigue. Habrí­a que compatibilizar lo anunciado con otro tipo de actuaciones, como renuncia a determinadas retrasmisiones o programas rentables en beneficio de las privadas, y  en definitiva, renuncia a todo aquello que suponga amenazar el share de las privadas.

Digo yo que podí­an empezar prescindiendo de cierto tipo de programas que envilecen al espectador y apostar por una mayor calidad, mejorar la gestión y poco más, porque de facto, a la tele pública ya casi sólo le falta privatizar los telediarios, lo demás son prácticamente todo productoras privadas. A mi todo esto no me puede sonar bien. Si acaso a maniobra de distracción, globo sonda o intercambio de favores mediáticos. Ya veremos como evoluciona…

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