La tí­a Rosi

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 14 de abril de 2009

Ayer me llamó mi madre para contármelo y como entre procesión suspendida y procesión suspendida uno tiene tiempo para todo en estos dí­as de plácido agroturismo doméstico, me dio por pensar un poco. Pensar un poco en ese mundo que se nos va entre las manos de funeral en funeral. Ese mundo de familias extensas en las que el término tí­o, tí­a, primo o prima son tan extensos como la familia.

La tí­a Rosi era en realidad la mujer del hermano de mi abuela. Pero en casa siempre fue la tí­a Rosi. Igual que un servidor era en la suya “Ladrillo”. Según parece viene todo a cuenta de una de esas ingeniosas respuestas de hablante recién estrenado. Durante una visita me preguntó el hermano de mi abuela a ver cómo me llamaba y todo serio respondí­: ladrillo, y con ladrillo me quedé aunque la inmobiliaria no sea lo mí­o.

Y es que esa es otra. Las visitas familiares. Esa tradición que nos llevaba de unas casas a otras fortaleciendo los lazos de las familias extensas y obteniendo a cambio de besos y achuchones a los que los niños hemos sido siempre tan reacios algún que otro pastel o caramelo. Visitas en las que se hablaba de todo y de nada y se enseñaba orgullosa una máquina de coser o una tricotosa.

La tí­a Rosi era además ese tipo de mujeres que van quedando como parte del pasado. Mujeronas que dirí­amos con todo el cariño y en el mejor sentido de la palabra. De voz potente y presencia arrolladora. Duras ante la vida y acostumbradas a mantener su carácter referencial. Me preguntó una de las últimas veces que la ví­, hace ya tiempo de aquello, por mis hijos. Al saber que en número eran dos, me animó a seguir aumentando la familia. Yo le dije que dos ya era bastante, y ella me respondió algo parecido a que así­ lo habí­a pensado ella con uno más y la vida le habí­a enseñado lo contrario. Puede que tuviese razón en ello. Puede que no la tuviese o la entendiese de distinta forma en otras cuestiones, pero no se discute con la familia, y menos aún con los que ya no están. El caso es que de aquella generación de hombres y mujeres que poblaron nuestra infancia y alimentaron nuestros recuerdos van quedando pocos y sólo nos damos cuenta de su ausencia cuando los hemos perdido. Lo mismo que nos ocurre con muchas otras cosas que ocupan más sitio en el periódico que en nuestras vidas.

Sirvan estas lí­neas de recuerdo para todos los que como la tí­a Rosi construyeron nuestro pasado con su presente y trabajaron para que el nuestro fuese aunque sea sólo un poco parecido al futuro que soñaron.

2 comentarios

  • Txelo María dice:

    Ha muerto Alfredo Landa, y sufría alzheimer, además han sacado aquellas palabras suyas de despedida en los Goya, en que con ojos nebulosos, por la tristeza, y tal vez ya por el olvido, decía:¡Hasta siempre!
    Con esta enfermedad, mucha veces los seres queridos se van sin despedirse, y un día volví a Vitoria a visitar a mi madre , y ya no estaba…, Le cogí la mano, ella levantó la vista, y me sonrió como se sonrie desde el olvido, y ya no volvió nunca más….Tal vez dijo ¡¡¡Hasta siempre,!!!! mientras dormía, o en el desayuno o en la desesperanza….Pero yo no estaba..
    Alfredo Landa, miró al público, , y dijo ¡¡¡Hasta siempre!!!

  • María Magain dice:

    Mi madre no recuerda nada del pasado reciente, desde hace ya unos años. Se acuerda de cuando éramos niños, adolescentes tiranos, y de repente el olvido. Su pasado que fué un presente para nosotros, en la actualidad es también su presente. Y se sorprende continuamente al vernos, como cuarentones y cincuentones, preguntándose cómo demonios pudo ocurrir. A veces pienso cómo puede aguantar el presente, que se presenta como un explosión diaria de circunstancias que no puede refrendar con el pasado próximo.
    Porque se rí­e, de sí­ misma, de la condenada memoria, y de la vida, a la luz del dí­a, pero por la noche en sueños , las pesadillas alguna vez le descubren el terrible secreto de la vida.
    Te mira fijamente, y te pregunta: ¿Y tú eres mi hija? Pues, chica que mayor estás,- Y se quiere ir a pasear.
    Y te cuenta historias, entre risas, que nunca han existido, o tal vez sí­ en un encaje de bolillos de sueños, esperanzas, y realidades que tal vez nunca conocí­. Mi pasado, es su presente, nuevo,limpio cada mañana, de la mano de su nieta, con la que comparte el asombro de vivir todas las sensaciones sin tener que pensar si el pasado fue o no un sueño.

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