Las cosas de comer

Publicado en Diario de Noticias de ílava el 17 de enero de 2009

Con las cosas de comer no se juega reza el dicho. Y bueno es tenerlo en cuenta no sólo por criterios higiénicos o de salud. También así­ cabe pensar en aplicarlo al respeto por el trabajo ajeno. Por ese trabajo siempre necesario y a veces deseado que vendemos a cambio de un salario. Y es que es lo que tiene la vida, que comer, vestirse y hasta comprar libros tiene un precio y no son muchas las formas de pagarlo. Un sueldo, una herencia, una primitiva o similar, o esos ingresos que proceden de la zona oscura, robando, estafando, asaltando o simplemente especulando o practicando la usura.

La gente tiene la tentación frecuente de embarcarse en estos juegos, eso si, siempre con las lentejas ajenas. Les das un cargo y ya están, jugando con futuros y pasados desde su corto presente. Otras veces no hace falta ni siquiera el cargo. Basta con la oportunidad de elegir, según dicen, y ya tenemos montado el boicot o el sabotaje y si te pilla pues como en los viejos tiempos, a comprar de fiado mientras fí­en.

Hay también quienes juegan por jugar, y de paso matan dos pájaros de un tiro y sacan ellos mismos para su comer. Eso si, en casos como esos los ingenuos y algunos que no se tení­an por tales terminan con cierta decepción cuando descubren el guiño. Nos pasó el otro dí­a a mi padre y a mí­.

Caminábamos junto a la plaza de abastos cuando vimos, o mejor dicho oí­mos, a un hombre de esos que llaman de color aunque más bien es lo que no tienen (según nos enseñaban el negro es la ausencia de color). El caso es que, como decí­a, el individuo lanzaba imperturbable su mitin a un vací­o espacio frente a él, trajeado y con su corbata roja. Sus palabras iban acompañando nuestros pasos sin que les prestásemos demasiada atención (a las palabras, los pasos siempre hay que darlos con atención, que sino luego pasa lo que pasa). Hasta que de repente oí­mos aquello de “quiero tener la oportunidad de devolver a esta comunidad todo lo que me ha dado: amistad, oportunidades y”¦ ¡marmitako!” Si, si, como lo leen así­ fue como lo oí­mos. Eso y su eslogan de”¦ “porque no lo tenemos tan negro Gora Euskadi”, o su apelación a que si Obama era ya presidente de los EE.UU. a ver por qué él, que era bastante más negro, no iba a poder ser un buen parlamentario vasco.

Nos convenció. Y hasta le hubiésemos votado pero”¦ parece ser que era una broma. Su nombre no aparece en el libro santo, en el recetario de las cosas de comer con las que se juega, en el boletí­n oficial y su proclamación de candidaturas.

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