Gomorra

Ayer fui al cine. Una sana costumbre que bien pude sustituir una siesta. Y me fui a ver una pelí­cula que me intrigaba. Gomorra. Lo cierto es que me apetecí­a comprobar lo cierto de ese enfoque digamos novedoso de un género que siempre me ha gustado, la mafia, y allí­ que me fui sin palomitas ni cosas por el estilo.

La pelí­cula es efectivamente distinta a las pelí­culas de mafiosos al uso. Si tuviese que resumirla en una palabra dirí­a que es dura. Dura en todos los sentidos. Dura como la cruda realidad lo es. Dura porque la estructura lo es. Las historias paralelas discurren sin transiciones, los espacios urbanos son frí­os y duros, casi como irreales, casi como de ciencia ficción. Los personajes no son guapos, ni visten armanis. Más bien al contrario son cutres, algunos gordos, la mayorí­a desaliñados, pero duros. bueno, quizás con una excepción. Toto. El niño que deja de serlo y aprende rápido, quizás demasiado rápido. El niño que mira con mirada de aprendiz todo lo que le rodea.

La planificación es también dura, sin concesinoes, con un cierto aire en ocasiones de docudrama. Pero funciona. A veces el ritmo se hace un poco lento, pero claro está, no estamos ante los intocables ni ante nada parecido. Estamos ante una pelí­cula que te hace pensar y que deja, cuando termina, un cierto sabor agridulce. Un canto de esperanza y de desesperación también. En resumen, recomendable para dí­as en los que lo fundamental no es divertirse.

 

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