La accesibilidad

Tengo la impresión de que en el itinerario que va desde el concepto hasta la realidad, pasando por la legislación y los reglamentos y las especificaciones técnicas y los seguimientos, a menudo, lo primero que se pierde es el concepto. Es ciertamente un camino tortuoso y bacheado. Es como si una arreta lo recorriese, y con tanto traqueteo fuesen callendo los que menos se agarran, y , al como decí­a, uno de los más débiles es el concepto mismo del asunto. El fondo que queda tan lejano que nadie alcanza a ver según sigue subiendo la altura del brocal.

Cuando a ello le sumamos unas nociones de geografí­a polí­tica, esto es, el mapa de consensos y disensos, de estrategias y oportunidades, de confrontaciones, flancos y descubiertas, el concepto no ya es que se aleje, es que a veces no le importa a nadie.

Algo de esto pasa con la acesibilidad. Según denuncia Belakortu, las obras del tranví­a incumplen la ley de accesibilidad en no se cuantos centí­metros. Según el gobierno vasco tampoco es así­ del todo. Vamos, que incumple su ley pero no la del gobierno español. Todo ello hablñando de las marquesinas. Y uno empieza a sentir cierto pánico. Porque con el precedente de las rampas famosas, el futuro de las tales marquesinas y del tranví­a en general corre peligro. Aquí­ lo que no es accesible en términos absolutos, en los términos absolutos que marca un reglamento, normativa, ley o lo que sea, no merece existir. aunque sirva a una gran mayorí­a y pueda mejorarse, que eso nadie lo duda.

Lo que si que puede dudarse es lo que mueve, en este caso a Belakortu y en otros a otros  porque es una cosa generalizada, a la defensa heroica de estos postulados. ¿La defensa del concepto de accesibilidad o la ocasión de sonrojar y denunciar al gobierno o institución que toque en cada caso? Lo digo porque de accesibilidad en internet algo entiendo, algo más que de la otra para decir verdad, y resulta que la e-campaña lanzada por EA sobre el tema de la consulta es, de forma evidente inaccesible, y lo es tanto para las personas sordas como para las que no tienen altavoces en su ordenador. Basa gran parte de la información por no decir toda en la locución de los ví­deos que presenta sin que los contenidos estén subtitulados o tengan alternativa textual.

Pues eso, vigas, pajitas, ojos propios y ojos ajenos…

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