Dejad que los niños se alejen de ti

La última de los chicos de vocento en sus siempre inocentes e imparciales criterios editoriales es la de los padres de los niños que como no son socios de mendizorroza no pueden entrar a las instalaciones para acompañar a sus niños en los entrenamientos, clases o lo que sea. En este caso parece ser que se trata de tenis, y que la decisión del ayuntamiento es permitir el acceso sólo en caso de que sean menores de ocho años (los niños).

Con todo el respeto a situaciones concretas que puedan justificar este afán acompañatorio, lo cierto es que la cosa tiene su gracia o sus gracias.

Es posible, así­ para empezar, que, aunque no lo confiese, alguno de los infantes se sienta liberado ante esta medida. ¡Por fin un rato sin tener al viejo mirando! Por otra parte este tema me recuerda a mi a la figura clásica de la madre de la corista reconvertida en el padre del tenista. En el mundo del deporte de élite la figura del padre del deportista es habitual, y habitualmente sueloe ser difí­cil saber para quién es más positiva y necesaria, si para el padre o para el niño aunque este tenga 20 ó 30 años.

En fin, que algunos tienen el problema de hablar demasiado, y eso por desgracia suele acabar terminando en contradicciones. No se puede escribir con la misma pluma unas veces en torno alarmista y presuntamente cientifista sobre la superprotección de los menores en la sociedad occidental del siglo XXI y otras en plan denunciador justiciero sobre la negativa del ayuntamiento a permitir el acceso a gente sin carnet y su canalla y cruel responsabilidad en el abandono momentáneo de niños de más de 8 años.

Yo que soy de los que he ido andando solo al colegio desde que me alcanza la memoria, desde la calle de la esperanza hasta los marianistas, en un recorrido que hací­a hasta cuatro veces al dí­a, yo que como dice un pps que circula por ahí­ soy tambien de la generación de los supervivientes que sobrevivimos a golpe de tirita, mercromina y algún que otro punto de sutura, jugando a nuestra bola y pasando mucho tiempo en la calle, suscribo el mensaje final del pps ese que viene a decir que después de toda esa burbuja de superprotección todaví­a decimos que los niños de hoy son gilipollas. ¡Como para no serlo!

Por eso, más que nunca, de vez en cuando y a la inversa del jesuí­tico mensaje, hay que decir a algunos, ¡dejad que los niños se alejen de ti! (y las niñas, juanjo, y las niñas)

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