Hágase la luz

Publicado en diario de noticias de álava el 4 de noviembre de 2008

Cuenta la biblia que al principio la tierra era un sitio oscuro hasta que sonó la famosa frase, hágase la luz, y obediente ella, la luz se hizo. Algo parecido pasa en la noche vitoriana. Cuando llega la hora de cierre que le toca a cada uno, suena aquello de hágase la luz y la luz, con ocasionales ayudas de la policí­a municipal, se hace. Se apaga la música y vuelve la realidad en su cruel esplendor. Como dirí­a Casimiro pero al revés, se encienden las luces y se apagan los sueños.

Los travoltas se convierten en patosos, las supermodelos en personajes de la sección de cazadas y peor vestidas del Cuore, y todos recuperan, por mucho que el alcohol intente impedirlo, cierta dosis de realidad.

Cuando por fin abandonan el local, otra frase, en esta ocasión publicitaria, se oye a la vista del suelo convertido en un charco inmundo en el que flotan todos juntos paquetes de tabaco vací­os, algunos no tan vací­os, papeles varios, restos de bajilla, limones, alguna cartera y algún móvil oxidado. “Se acabó mi fiesta de cumpleaños”.

¿Y ahora que? Los hosteleros protestan. Así­ no ganan dinero. No lo ganan tan rápido y tan cómodo añadirí­a yo a muchos de esos hosteleros que han convertido zonas vivas en el dí­a a dí­a de la ciudad en refugios de correrí­as nocturnas de fin de semana. A los que ha resultado provechoso sustituir el pote a pote, el pintxo a pintxo y el café a café de nueve a nueve en el trago a trago de 12 hasta cuando se pueda.

Sé bien que no puede meterse a todos en el mismo saco. Que muchos hosteleros se empeñan en vivir con sus clientes más que vivir de ellos. Que muchos quieren su local tanto como su ciudad. Que muchos son auténticos cicerones, guí­as y en el amplio sentido de la palabra restauradores de gargantas, estómagos y conciencias.

Pero una vez sacados estos del saco no nos queda otra que meter en él a los pirómanos nocturnos; a quienes miran a otro lado ante un panorama como el nuestro y se movilizan por un sueño etí­lico; a quienes jalean la destrucción y el incendio de un sueño plasmado en imágenes del mundo y callan con otras muchas atrocidades diarias.

“Si nos cierran los bares a la 1.30 horas, a los jóvenes nos cortáis las alas” decí­a una pancarta de la quedada del sábado. Si se nos quema Periscopio por cuatro gamberros y un grupo de tufarras jaleantes es para cortarnos las venas y cortaros los”¦

En fin, que se haga la luz, que alumbre a la justicia, y que ilumine esos trozos de carne conservada en alcohol que algunos llevan debajo del pelo.

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