Sueldos y valores.

Ayer noche oí­a en la radio una tertulia entre polí­ticos en la que se trató el tema de las retribuciones y gastos de los polí­ticos, así­ en general. Como siempre, y más aún tratándose de polí­ticos con nombres, apellidos y siglas, se pudieron escuchar cosas sensatas (las menos), obviedades, acusaciones del tipo de y tú más, y como era fácil de esperar, auténticas exhibiciones de bullshitting.

De entre las cosas ciertas que se dijeron podemos citar algunas, cómo que, en términos de responsabilidad asumida y precio de mercado el de polí­tico no es de los oficios mejor pagados, y de que las acusaciones sobre gastos presuntamente suntuarios son, a menudo, meras poses demagógicas en el amplio sentido de la palabra. Pero falto a mi juicio cerrar el cí­rculo o al menos establecer los ejes principales del asunto que, en definitiva no es otro que el del desprestigio creciente de la clase polí­tica, en gran medida debido a méritos propios.

Las variables que intervienen son básicamente, la relación sueldo – responsabilidad – capacidad; la cuestión de las incompatibilidades y limitaciones del cargo público; y el sistema electoral de listas cerradas con el consiguiente impacto sobre la promoción interna dentro de los partidos.

La aplicación de los tres factores suponen una fuga de valores de los cargos de representación. En términos de mercado es poco sueldo para una responsabilidad que exigirí­a gran capacidad. Han de abandonarse además otras fuentes de ingresos y actividad or ser incompatibles, y renunciar a determinaas relaciones económicas por serlo igualmente sus titulares. Finalmente el acceso a determinados puestos supone la aceptación sumisa de los juegos de poder interno en los partidos, y el abandono de cualquier tentación de independencia personal o plasmación práctica de posturas crí­ticas.

Tenemos por tanto que los que valen fichan por clubes de champion o de euroliga. Tenemos además que en numerosas ocasiones los más valiosos quedan en el camino aparcados por los aparatos de los partidos que prefieren habitualmente a los más fieles y manifiestamente adeptos. Tenemos además que los largos periodos en el poder generan bolsas de profesionales de la polí­tica que nunca han trabajado fuera de ellas. Algo así­ como funcionarios encubiertos. Y tenemos finalmente que, dada la actual estructura de las cosas y lo anteriormente expuesto, en muchas ocasiones trabajadores que debieran tener contrato en prácticas o de aprendizaje o algo así­, vamos, que aprenden a puesto nombrado, cobran sueldo de parlamentario, concejal, consejero o asesor.

En resumen, que con todo ello tenemos que, y con honrosas excepciones, en términos generales, los sueldos de nuestros polí­ticos son bajos para el perfil profesional que buscamos, pero altos para la capacitación con la que nos encontramos.

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