El coñazo y el funcionario

hoy vamos a traspasar fronteras y nos vamos a poner más generalistas. O más particularistas según se mire, y hablaremos de los particulares que estos dí­as han venido concentrando gran paret de la atención informativa, ya se sabe, lo de Rajoy y lo de la duquesa.

Lo de Rajoy tiene su ida y su vuelta. En su ida, para que nos vamos a engañar, parece mentira que todos nos escandalicemos cuando a un hombre público se le escapa una confidencia privada que seguramente muchos compartimos, que pr otra parte le hace más humano, más normal, más franco (y en el caso de Rajoy nunca mejor dicho), y que a la vez todos critiquemos a la clase polí­tica por su lejaní­a, su envaramiento y su enorme capacidad para la mentira. En la vuelta, y retocando el dicho famos de dueños y esclavos, de palabras y silenciios, la verdad es que el pobre galaico es rehen de sus estupideces o de las de su corte de acólitos, asesores y pelotas en general, por lo que debiera ser más pródigo en sus silencios, especialmente en lo que a sus privadas y posiblemente sinceras opiniones se refiere.

Lo de la duquesa sin embargo me parece más innoble. Vamos, más que lo de la duquesa, lo del tratamiento que incluso televisiones públicas como la primera que se suponen bajo la influencia de gobiernos progresistas y a las que se debe en todo caso exigir una esquisita corrección en lo que a valores se refiere, dan a su novio y marido imposible. La irreal igartiburu se pasó todo un programa aludiendo a él como “el funcionario”, y no hace falta ser Cela, Reverte o Cervantes para descubrir cierto retintí­n en la redacción del guionista. ¿qué pasa, que un funcionario no puede conquistar el corazón de una duquesa aun cuando esta tenga más años que tí­tulos? ¿Molesta a la prensa del glamour que un osucuro funcionario aficionado a las antiguedades y por lo que parece persona culta, refinada y discreta, caiga presa de una pasión adolescente? ¿Es que necesariamente va a resultar que el hombre va por los bienes, no como sus hijos e hijas, que seguramente se guí­an en todo este asunto por un incuestionable amor materno filial? ¿No habí­amos quedado que los funcionarios son gentes ejemplares de cuya existencia depende el correcto y buen funcionamiento de nuestro estado democrático y de de derecho y hasta de bienestar? ¿Serí­a mejor un crápula con tarjeta de visita desplegable para dar cabida a sus tí­tulos? ¿Quizás un banquero cuyos presumibles desfalcos en todo caso cubrirí­a el gobierno con nuestro dinero?

Pues eso, que mira tu por donde el funcionario de marras empieza a caerme bien, y el otro, sin embargo y a pesar de sus ocurrencias, ese si que me parece un coñazo…

1 comentario

  • María Magain dice:

    En todo este tema de opinar de la vida de los demás, de lo que es lí­cito o no, por parte de algunos periodistas que se pasan toda la semana cotorreando de éste o aquel mientras
    viven la vida “loca”. ¿En manos de quién está la moral española en los medios de comunicación? (Le digo hasta la saciedad a mi hijo mayor de que todo es mentira)
    Las chismosas del patio ya no existen, los vecinos ni nos saludamos en el portal, y la aventura de la vida se ha convertido en un montón de mierda en boca de algunas mentes televisivas…Que dejen en paz a la gente que vive su vida sin meterse con nadie, bueno, en realidad que dejen en paz a todo el mundo, prefiero que mi vecina de arriba chismorree de mí­, que escuchar profesionales gritonas, y maleducadas. (Me voy haciendo mayor)

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