Vasquitos y nesquitas del siglo XXI

Vamos a seguir recuperando viejas notas que la vorágine veraniega dejó semienterradas en carteras y bolsillos. hoy le tocará el turno a las ya lejanas y casi olvidadas fiestas de la Virgen Blanca.

Terminaron las fiestas. Y lo hicieron dejando tras de si un reguero de preguntas y paradojas. Cuestiones todas ellas referidas al universo de lo simbólico y en cierto modo a los ciclos de fijación en el inconsciente popular de aquellos que puede ser considerado “de toda la vida”.

En terreno de significados, el arranque de nuestras fiestas es todo un caos. En tiempos en los que el tabaco es más denostado que la heroina, proponemos todos a una recuperar la tradición del puro “de toda la vida”, cuando sabemos que toda la vida es, en este como en otros muchos casos, un periodo de tiempo de no demasiados años. Vaya por delante que me gusta encender un puro. Pero me resulta simpático ver a las mismas autoridades que persiguen a los fumadores por estaciones y centros comerciales animando a encender un puro y añorando aquella densa nube de humo que iconizaba nuestro chupinazo. Claro que, la otra alternativa, la del botellón, tampoco es que sea socialmente mu recomendable ni bien vista. Eso sí­, como se ven más los residuos en la plaza que en las venas y arterias de los celebrantes, lo que se pide con más ahinco es que la botella sea de plástico, para que no desangren los cortes el torrente etí­lico sanguí­neo.

Luego llegan los pequeños y nos inventamos el muñeco o muñeca que represente a la neska txiki. Y le vestimos con traje tradicional y le ponemos pequitas y ojos claros. Y hasta nos enzarzamos en saber si tiene también que haber una neska zarra por aquello de la igualdad general (o sea, de género). Que no hombre que no. Que esto al ritmo que va la cosa va a exigir un cambio más profundo. Digo yo que si con celedón queremos simbolilzar la llegada de un personaje que es como parte de la fiesta, la cosa está clara.

Al celedón lo vestimos con piratas o pantalones cortos, una camiseta empapada, a poder ser con un dibujo de kukuxumuxu, y el infalible gorro de euskaltel. A la neska la vestimos como si acabase de salir de un concurso de camisetas mojadas de una discoteca playera, a poder ser enseñando el ombligo y con el pantalón a la altura de donde el vientre pierde su nombre, y a ambos dos más nos vale irles dando un cierto aire internacional, latino fundamentalmente.

Eso si que serí­a reflejar la realidad de nuestras fiestas, las fiestas que lo serán de euskaltel y no de la virgen blanca, que aquí­ el que paga manda…

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