Catastróficas desdichas (2)

Sigo pasmado y boquiabierto con el seguimiento informativo del accidente de Barajas. En lo que a comprender el dolor de la gente implicada directamente en el asunto sigo reflexivo y silencioso, por supuesto. Pero es que insisto una vez más, la cosa tiene su enjundia.

Ayer lo que me resultó más llamativo es el nivel de confusión simbólica y gestual a que estamos llegando en nuestra mediática sociedad del siglo XXI. Me explico. Como en todo momento de cambio, y ante la paulatina perdida de poder de la iglesia como elemento organizador de la vida y sus ritos, hay un impasse de confusión hasta que nuevas formas rituales sustituyan a las actuales. Vamos que los momentos o espacios rituales son como la materia, ni se crean ni se destruyen simplemente se transforman. La vida, la muerte, el amor y la guerra son siempre lo que son, los vistamos de olimpos o de santos.

Pero a lo que vamos, como parece ser que se ha institucionalizado la relación catástrofe terrorismo, y que la impresión que crean las vidas interrumpidas por este, se traduce en una serie de sí­mbolos, pues allá que vamos todos y, ante un accidente, reproducimos los mismos comportamientos. Concentraciones institucionales ante las puertas de las instituciones, minutos de silencio, banderas a media asta y brazaletes en los brazos deportistas. Pero es un accidente, y responsables, en cierto modo somos todos. Somos los que queremos pagar unos precios de risa por un transporte caro como el aéreo. Somos los que leemos procesos empresariales de reestructuración, o sea que van a echar a la calle a un mogollón de gente, como si no fuese con nosotros. Los que a menudo nos escaqueamos cuando vemos una agresión contra personas o cosas como si no fuese con nosotros. Los que contamos orgullosos como el niño o la niña después de varios masters trabaja en un departamento de recursos humanos sin haberle enseñado a que ponga más atención en lo de humanos que en lo de recursos. Los que vemos el diario gotear de muertos en Irak, Afganistan, Argelia o Pakistan como si estuviesemos viendo un juego de la Play Station.

Pero eso sí­, empujados por los gases lacrimógenos que expelen los medios de comunicación, se nos sube a la cara un gesto compunjido y exigimos responsabilidades a nuestro ayuntamiento por no haber convocado una concentración para poder ir y salir en la tele como todo el mundo.

En fin, que como decí­a ayer… vaya mi más sincero abrazo a todos los que anteayer, ayer, hoy y mañana han perdido alguien que era algo más que una noticia en sus vidas.

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