Catastróficas desdichas

Vaya por delante mi simpatí­a y solidaridad con todos los que ayer sufrieron en su entorno una catástrofe. Con los 150 y pico de barajas y con el resto de ciudadanos del mundo que en conjunto o por separado vieron como sus vidas debí­an seguir adelante sin alguien querido.

Lo cierto es que una catástrofe como la de ayer, y haciendo un ejercicio de frí­a reflexión que algunos debieran hacer, además de la impresión propia del asunto, magnificada y hasta espectacularizada por los medios de comunicación, provoca una serie de reflexiones.

Aparte de las propias de la era en que vivimos, de la masificación de los traspores, de su seguridad, etc etc, son varias las cosas que a uno llaman la atención.

La primera es de caracter puramente informativo. Siempre se comete el mismo error. Se empieza a hablar de un número reducido de bajas, cuando todo indica que el resultado final será mucho mayor. Un tal Gurrea, contertulio habitual de Pásalo de ETB, tuvo ayer, contra lo que suele ser habitual, un rasgo de preclara inteligencia. Ya desde el principio dijo… Dime el número de implicados, cuenta el de supervivientes y ya me imaginaré yo el de muertos.

La segunda es de í­ndole polí­tico. Ya según se iban confirmando la magnitud de lo acontecido, los noticiarios especiales informaban de como ministros, alcaldes, presidentes y demás agentes del mundo polí­tico se iban a desplazar inmediatamente a la T-4. ¿Para qué? Para la foto. Porque lo que tienen que hacer lo tiene que hacer antes o después, y durante, posiblemente sean más útiles en su ministerio que incordiando con sus medidas de autoseguridad a los dispositivos que trabajan en estos casos.

La tercera es deorden organizativo. Para que hay que traer ambulancias de burgos, de guadalajara, de ávila, movilizar a todas las de madrid y provocar escenas que recordaban a las persecuciones del sherif lobo, cuando el primero que llegó al avión tengo la impresión de que ya pudo avisar de que lo que iban a hacer falta eran muchos médicos… forenses. Quiera dios que ningún accidente, urgencia médica o cosa similar se viese desatendida o atendida tarde porque quien la tení­a que haber cubierto estaba haciendo número en la fila de ambulancias de la T-4.

La cuarta es de orden existencial. Y tiene que ver con la reflexión que introduce estas lí­neas, y que a menudo se la he oido comentar a javier ortiz. ¿Qué es lo que diferencia la concatenación de catástrofes personales concurrentes en tiempo y espacio de ayer en Barajas, con las que ocurren en un coche, una moto, una obra o una playa? Para cada familia, su catástrofe es catastrófica, y no acabo de ver justo que, por el impacto mediático de estas catástrofes colectivas, las familias implicadas tengan un trato más ventajosos (aunque a menudo se queda en palabras dichas en caliente y duros procedimientos ejecutados en frí­o), que las familias que ayer perdieron un hijo, un padre una madre un hermanno o un buen amigo en un accidente tonto y aislado por ahí­.

En fin, que pude que no sea muy correcto, pero cuando la gente comercia con el dolor ajeno, es a veces difí­cil ser bueno.

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