A vueltas con las siglas…

Hay siglas que se vuelven recurrentes y le aparecen de pronto a uno como si de un boomerang se tratase. Hace ya muchos años, unas siglas hubo que fueron muy coreadas por aquí­ y por allí­. OTAN. Ya sabéis la historia. De entrada no. Y luego quizás. Y más tarde vota sí­. Y al final ¡AAAAAAdentro!

Ahora, también con el PSE de por medio, pero en un ámbito más local, vuelven casi las mismas siglas a ser caballo de batalla. Bueno, como el tiempo pasa por el camino se ha caido una N pero para el caso, y tratándose de ílava… patatas.

La OTA vuelve con renovados brí­os, y haciendo caso a las tantas quejas que sobre el respective habí­a, lo hace con renovados í­mpetus y voluntad de imponer su imperio en todos los confines de la ciudad eterna. La nueva ciudad se salva de momento.

El caso es que uno que hizo tiempo algunas propuestas al respecto, tiene la impresión de que una vez más se confunden voluntades con realidades y deseos con necesidades. Cierto es que los residentes en las zonas limí­trofes a la demarcación OTA se quejaban de que su espacio natural de aparcamiento se colmataba con los que trabajaban en comercios u oficinas del centro. Pero eso no se arregla trasladando la cuestión al barrio siguiente ni menos aún obligando a los residentes a chutar 60 euros año por aparcar en la zona donde viven.

Lo cierto es que el problema sigue siendo el mismo de siempre. La gente, no lo olvidemos que dentro de un coche circulando van personas, y que todos los coches aparcados tienen dueño o dueña, o hasta ambos, no compra un coche para “joder” al ayuntamiento aprcándolo con mala intención. La gente tiene a veces la necesidad de apracar su coche. Unas veces porque no dispone de plaza de parking. (En el centro es más habitual de lo que parece). Otras porque usa el coche para ir a trabajar (las más de las veces no tiene alternativa real en transporte público). Otras porque viene de fuera de la ciudad y tiene que dejar su coche en algún sitio mientras hace sus gestiones.

En el caso de los profesionales o de los que vienen a Vitoria a trabajar, y tal como está la crisis o aceleración negativa o como se la quiera llamar, no veo que sea socialmente muy justo meterles unclavo semenjante por dejar su coche a una distancia razonable de su destino. Ya en su dí­a propuse establecer zonas de OTA a media jornada aun precio razonable donde poder estacionar en horarios de mañana o tarde.

En el caso de los vecinos, tampoco veo porque tiene que pagar la falta de visión o el ansia de beneficio de urbanistas y promotores, o, siendo menos ihncisivo del propio devenir de la evolución de un núcleo urbano.

Se mire como se mire, la OTA que se plantea es un impuesto más. Un impuesto con el que además se oculta una gran verdad. Que el problema se ha ido de las manos a fuerza de irlo creando. Y se ha creado en una absurda combinación entre un sistema que invita al consumo y a la tenencia de vehí­culos y unas autoridades municipales que primando conceptos esteticistas y de postal o cartel han ido eliminando sitios de aparcamiento sin preocuparse demasiado en las alternativas.

Eso si, a la hora de buscar culpables todos ellos coinciden… somos los ciudadanos y por eso tenemos que pagar.

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