Todo llega…

…para el que sabe esperar, se suele decir. Echando cuentas he tardado más de 20 años en conseguirlo, pero ayer lo conseguí­, pude ver en directo a Police.

Aquella primera vez fue en los años ochenta. en los primeros ochenta. Yo viví­a en Madrid (decir que estudiaba en Madrid serí­a menos exacto que decir que aprendí­a en Madrid). The Ploice tocaba en Usera, en lo que popularmente se conocí­a como el campo del gas, áunque hasta no hací­a mucho, y de hecho así­ lo conocí­a mucha gente era el Moscardó, en homenaje al héroe aquel que pasó a la historia convertido en la reencarnación de Guzmán el bueno, por lo de su hijo digo.

Llegamos y nos quedamos sin entrada. Un estudiante no llega a lo que piden los reventas. Menos mal que los muros eran bajos y que por entonces lo de las pantallas anti ruido no estaban muy en boga. Algo oimos.

Veinti tantos años más tarde se me planteó de nuevo la ocasión y no era cosa de dejarla pasar. Y menos mal que así­ lo hicimos. Cogimos el coche, cogimos el cutobús, cogimos el asfalto, cogimos el cesped, cogimos nuestras pulseritas, cogimos algo para beber, (lo de comer estaba más complicado), cogimos tabaco, (eso si que habí­a que buscarlo con GPS), cogimos nuestro sitio, y, aunque estuvo amagando toda la noche, apenas cogimos un pequeñí­simo remojón.

Recogimos eso sí­, un muy buen concierto. Sin espectáculos ni alharacas, con tres tí­os en el escenario y nada más, ni nada menos. Un recorrido más que completo a la discografí­a de Police. Si se me apura, y de mi lista personal, solo eché de menos una ausencia, Bring on the night. Las demás todas. Y encima algunas en bloque, como Roxanne, So lonely y Every breath you take.

Qué voy a decir yo de Police. Parece que no habí­an pasado los años, y si no fuese por esas pantallas gigantes que te descubren canas, arrugas y barrigitas, si sólo pudiese oirse, uno pensarí­a que ha transitado por el tunel del tiempo. Sting estuvo como siempre, o sea, im-presionante. Puede que no llegue tan alto como antaño, pero lo sabe cubrir bien, y eso que tiene en la garganta es algo más que una voz. Y además, toca el bajo… y cómo lo toca. Hablando de tocar, Andy Summers estuvo como siempre, discreto en lo gestual e inalcanzable en lo musical. solo o en compañí­a, daba igual, seguí­a siendo el de siempre pero todaví­a aún más suelto. Y Coppeland, don Stuart, mi héroe. Una máquina, la máquina que fue y la máquina que sigue siendo. Capaz de llenar todos los huecos, capaz de marcar un ritmo demoledor, capaz de jugar con el ritmo y hacer que suene sencillo lo que vive dios que no lo es.

En fin, que al cerrar los ojos nadie pensarí­a que sólo habí­a tres en el escenario, pero al abrir los ojos uno se preguntaba… ¿y para qué más?

Todo un lujo, de verdad, ha valido la pena esperar más de veinte años…

1 comentario

  • María Magain dice:

    Hace unos quince años ví­ a Sting en Nantes, y sentí­ esa sensación de estar viviendo un momento único, cantando sus canciones ya entonces medio antiguas, y recordando tiempos atrás..(En aquel momento me parecieron lejanos)
    Son el sonido de una época….

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