Operación triunfo

Hoy me voy a salir un poco de la lí­nea habitual, y es que para que engañarnos, uno tampoco puede evitar de cuando en vez dejarse llevar por la maraña televisiva y pasar un ratito viendo programas que todo el mundo ve y que según gremios no puede reconocerse que se ven. Así­ que ayer me tragué el resumen semanal de operación triunfo y me quedé sin siesta. Y para que nos vamos a engañar, me lo tragué porque me resultó muy interesante.

Hubo quien defendió en su dí­a el gran hermano como un valiosos elemento de investigación sociolóigica, antorpológica y hasta existencial. No lo tengo muy claro. Ese si que no lo he podido tragar nunca. Pero lo de ayer si que debo reconocer que me planteó numerosas cuestiones de toda í­ndole, muchas relacionadas con la relación entre lo virtual y lo real, entre el modelo y su representación, sobre lo modélico, sobre el espectáculo y la ética, y hasta sobre el conflicto de identidades en el estado español y la homofobia o la homofilia, ya ven ustedes si da de sí­ el asunto.

Nadie puede negar que hay varias cosas que llaman la atención. Y varias tienen que ver con el peqeuño detalle de que un experto equipo de casting hace su proceso de selección entre más de cinco mil personas de todo el estado español, y el resultado es el que conocemos.

Cuando uno les oye hablar inmediatamente se da cuenta de que, por los acentos, existe una claa descompensación norte sur. Vamos, como que da la impresión de que, una de dos, o vascos gallegos, catalanes, asturianos, cantabros, aragoneses y hasta castellanos o no sabemos cantar o no somos ciudadanos de este estado.

Pero es que además visto el resultado de la selección y tras llegar a la conclusión de que los del casting han dejado vací­os muchos armarios y tras repasar la nómina de amigos y conocidos uno vuelve a preguntarse si para la cosa del espectáculo es, si no imprescindible si al menos aconsejable ser homosexual, o si por el contrario lo que ocurre es que hay mucho más de lo que parece por salir del armario.

Es también fuerte, y hace sospechar, que entre cinco mil presuntos cantantes se pueda colar alguno o alguna de las que se han colado, si no es que se está buscando el morbo y el espectáculo. Como si fuese una comedia guionizada se provocan enfretamientos, pasiones y sobretodo, sms de eso de a euro y pico. Porque todo es como el gran teatro del mundo. Gente que para poco vale, músicalemente hablando, se ven de pronto en medio de un despliegue de medios, valga la redundancia, que para sí­ los quisieran muchos artistas de verdad.

En cuanto a lo musical es patético ver como se esfuerzan en torcer a algunos. Y esque el propio concepto del asunto es discutible. Ser un buen coplista no tiene nada que ver con interpretar un soul o un rock o lo que sea, tener una voz sensible no es compatible con dar saltos y gritos por el escenario. Vamos, que tienden a hacer artistas planos para públicos planos.

En fin, que no me alargo más, pero vaya mi voto de confianza para virginia, creo que así­ se llama. Uno tiene la impresión de que si sale de la academia sin que la estropeen puede ser una buena intérprete en mercado jazzies, al estilo de las jóvenes divas que triunfan en los grammies y en los festivales jazzeros de un tiempo a esta parte. Eso sí­. Ni gritan ni bailan. Les ponen una banqueta, y una luz tamizada. Porque la sensibilidad también tiene su alma de espectáculo.

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