Me ha salido cara…

Hoy es para mi uno de esos dí­as en los que, como suele decirse, se ha producido un salto cualitativo. Si hasta ahora mi presencia en los medios era como articulista ocasional y lector habitual, hoy, usando el simil taurino, he cogido el olivo y he cambiado de lado de la barrera. Tengo un rinconcito reservado los martes en el Diario de Noticias de ílava y hasta me ha salido cara. Yo aún no la he visto, pero como dirí­a Elvira lindo en sus tintos de verano, mi santa me ha llamado urgentemente para pedirme, exigirme incluso que pida un cambio de foto. ¡Cuanto menos se me reconozca mejor! He pensado yo. Pero bueno, tendré que mirarme al espejo, periódico en mano, y decidir si es que me mira con buenos ojos o es que la foto realmente no me hace justicia.

A mi de todas formas me preocupan más las mil palabras (para ser exactos las 434) que la imágen. Aunque para que lo vamos a negar, no es lo mismo firmar que dar la cara. Y menuda semanita que he pasado pensando en mi estreno, y dándole vueltas al nombre de la columna, que parece tonterí­a, pero que te deja marcado.

Hasta esto ha sido curioso. Porque iba barajando uno tras otro, y descartando uno tras otro también. Hasta que, justo cuando estaba escribiendo el mensaje para enviar las palabras y su nombre zas!!! me he dicho a mi mismo… ya está, la octava columna. Y para que nos vamos a engañar, no me parece ni tan mal.

Hace referencia al objeto del que se trata, una columna. Hace referencia a la octava, lo que es un guiño a me residencia en el enclave, en esa virtual octava cuadrilla, y, todo junto, evoca ese término de la quinta columna. Hay quien dice que el término está desprestigiado, pero la esencia es aplicable. Los quinta columnistas somos infiltrados, estamos en cierto modo fuera de sitio. Jugamos en el filo de la clandestinidad y flirteamos con la lealtad. Vamos, como si fuésemos alaveses en Castilla y León, como si nos considerasen burgaleses en el corazón de Araba, como si pensasen que tener un ideal equivale a aumentar el tamaño de la garganta y ser capaces de tragarlo todo, en lo social, en lo económico, en lo cultural, en lo polí­tico y hasta en lo nacional. Pues no, lucharemos desde dentro con humor y con amor por aquello en lo que creemos armados con lo que mejor sabemos manejar, las palabras, y la imagen pues ya veremos si se puede retocar (otra de mis innatas habilidades es el photshop). De momento lo que importa es seguir aprendiendo y hacerse digno de ese rinconcito de papel martes a martes…

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