Giacometti

El otro dí­a mi hijo, tení­a que buscar información para un trabajo escolar. Así­ que se sentó al lado mí­o, en su ordenador y empezó a buscar en internet. (¡Qué lejos quedan aquellas pesadas enciclopedias!). El caso es que le pregunté el tema del trabajo y me contestó que tení­a que buscar información de un tal Giacometti. Hombre, le dije yo. Pues en cuanto veas sus obras te va a sonar…

Seguí­ a lo mí­o y de repente oí­ a mi espalda… Mira, el caminante, y le dije yo, pues eso… Qué fuerte, me dijo él antes de preguntar, ¿pero y quién ha copiado a quién? La respuesta pareció sencilla hasta para él. Pues hombre, si según te pone ahí­ el caminante de Giacometti es de 1947, y el de la plaza del arca de los años 80-90, tú me dirás. De todas formas, le aclaré, no creo que fuese intención del autor del caminante vitoriano engañar a anadie. Fue más bien la gente de Vitoria la que se engañó a sí­ misma, y como la verdad es que la escultura queda bien integrada en su entorno, como resulta que plásticamante es intachable porque tacharla serí­a tachar a uno de los más grandes escultores del siglo XX, pues no tardó mucho en fugarse del fragil poliester al más noble bronce. Ni tampoco en mutar ese juego reinterpretativo del caminante con tupé en icono vitoriano de la modernidad.

Pero lo cierto es que, si como muchas veces hemos dicho algunos, se invirtiese más en formación cultural y menos en espectáculos y fuegos de artificio, cualquier gasteiztarra se hubiese dado cuenta del guiño, sin que eso signifique pedir su retirada o él público escarnio del plagiante. Vamos, que no hablamos del pasaje delirante de la delirante Amanece que no es poco en el que Saza, a la sazón guardia civil de una perdida aldea tan rural como surrealista recrimina a un escritor argentino afincado en el pueblo con aquello de “pero cómo se le ocurre plagiar a Faulkner, con la devoción a Faulkner que hay en este pueblo”. Hablamos más bien de apreciar las cosas como lo que son, de conocer la historia del arte, de entender de arte sin ser artistas, sino simplemente observadores avezados, espectadores conscientes orientados.

Por mi parte, sólo me queda lanzar una sugerencia… ¿Y si con esos dineros que nadie parece saber en que gastar, igual porque nadie sabe donde están, y en plan desagravio a Giacometti, traemos para nuestra acústica, mágica y deportiva Gasteiz un Giacometti de verdad?

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